domingo, 15 de noviembre de 2009

Despechadas




Palabras en el olvido. Nunca vuelven, siempre se marchan una vez abres tu bocaza para decir cualquier cosa, y no hay forma de hacerlas volver, de corregir el terrible error que has cometido, de retirar todo lo dicho.

De igual modo, vuelan como flechas y nunca vuelven, así como las oportunidades perdidas; las desaprovechas, siempre dices “no me hace falta, ya vendrá otra mejor”; pero al cabo de unos escasos segundos te arrepientes, diciendo “¿Y si la hubiese aprovechado…?” como un bobo, un necio al que le arrebataron la razón en el momento de nacer, o como dirían hace dos cientos años, con mucha mayor sabiduría que la que hay ahora: “No eres parte de los ilustrados.” Y aún yéndote a dormir, te quedas tumbado sobre el colchón, mirando al vacío del oscuro techo que te cobija de la intemperie, dejando una mano sobre tu estómago, como si protegieses algo, aunque no tengas nada qué proteger ya que has sido tan inteligente como para rechazarlo.

Eres irracional, como todo ser humano.

Pero hay una fina raya entre la irracionalidad y la estupidez.

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