lunes, 14 de junio de 2010

La andanza comienza...

Has llegado afuera y tienes el mundo ante ti. Los bosques verdes que esperabas encontrar se han convertido en un páramo helado y desolador plagado de manadas de fieros lobos y carroñeros hambrientos, buscando acabar contigo y tu existencia. Miras a tus pies y encuentras el cadáver desgarrado de otro desgraciado como tú, que ansiaba venganza y mal para los otros. Él además, iba armado. Entonces, piensas inevitablemente que tal vez la venganza no conduzca a nada, que sólo te llevaría a la perdición y a un amargo dolor que resulta cuanto menos, inaguantable. Algo te dice que no debes desear la venganza, pero tú no haces más que anhelarla una vez. Y otra. Y otra. Y otra más… Y sólo la anhelas.

Despojas a ese pobre diablo de sus recursos perdidos, los aprovechas y te conviertes en un indeseable ladrón, aunque un superviviente a fin de cuentas. Pues tú superarás a esos malditos lobos, acabarás con ellos y extinguirás sus manadas por cientos. Tú y sólo tú, que siempre estuviste solo, Caballero de Plata. Siempre defendiste el honor, un valor que en tu mundo es despreciado y que sin embargo, tú de la forma más cabezona y humilde lo defiendes en una misión sin fin, un trabajo sin salario… Una caza sin recompensa. Maltratan tu alma de las formas más cruentas posibles y sufriendo una traición tras otra sin fin. Todo aquel que intentó sacarte de ese condenado agujero te ha abandonado de mala manera, y ahora gracias a ti y sólo a ti, estás afuera. En pie y desafiante, esperando a la muerte, al mundo o a lo que tenga que venir.

Con la espada del caído en mano, comienzas tu andanza. Sólo te defiendes y demuestras al mundo que no pueden contigo; que por mucho que se empeñen no te rendirás y seguirás andando y clamando por tu bien merecida venganza. El primer día resulta agotador y los lobos trataron de acabar contigo rastreramente, atacándote por detrás y superándote en número y sin embargo, tú los rechazaste con valentía y una mezcla de estupidez.

Ahora yaces sobre la nieve, mordido y arañado, herido de gravedad a medio desangrarte mientras el frío cala tus huesos y tú estás extenuado y solo. La noche resulta interminable, el dolor penetrante y el frío imbatible mientras el aullido de los carroñeros empieza a aterrorizarte y los gritos de los otros te hacen sentirte terriblemente extraño:

Deberías alegrarte de la muerte y la desdicha de los demás, que sientan la misma desesperación, que sientan exactamente lo mismo que sientes tú, pero en lugar de eso, te sientes fracasar tristemente, y es que te diste cuenta de una verdad que más que arreglar las cosas, sólo te atormenta:

Tú no fuiste hecho para clamar venganza ni para hacer sufrir, sino para ayudar y no dejar a nadie indiferente, pues eres un caballero a la antigua usanza, has jurado el honor sobre todo lo que más quieres, aunque no hayas llegado a amar a nada ni a nadie, y faltar a tu palabra es faltar a un honor que por desgracia en este mundo se ha perdido muchísimo tiempo atrás. Ahora, miras el camino recorrido iluminado por la luna con cierta incredulidad: Has dejado el agujero atrás, a costa de tu propio dolor y cordura y lo mejor es que por mucho daño que te hicieron esos necios bastardos que te abandonaron a tu merced en ese condenado agujero, siguen importándote. Ellos y el honor, los valores que defiendes y que inevitablemente no eres ni serás jamás capaz de esquivar.

Como era de esperar, el sol vuelve a alzarse por Occidente y tú recoges la espada del suelo y te levantas. Estás agotado y con el cuerpo mancillado por el frío que afrontas con incansable brío. Entonces, como es bien sabido, el viaje más largo ha comenzado

Por primera vez he visto la luz

En un mundo que no es el mío

Sacudido por un gran alud,

Una avalancha de traición que con brío

Sacude el fuerte cimiento

Del alma de aquel que busca venganza

Caballero traicionado y hambriento

Que dentro del honor busca templanza…

He dejado atrás la esperanza

De que alguien me ayude en mi misión

Partiendo así en la más grande andanza

De la que el mundo no tendrá visión

Porque sé que nunca habrá acabado

mi viaje como guerrero anónimo

Ya que nunca suficiente carretera habré caminado

A pesar de que mi deseo sea antónimo

Y desplegaré mis alas con las que mis sueños vuelan

Pues como buen Dragón del Norte

Conseguiré sin cansancio lo que mis juramentos anhelan

Aunque diga lo contrario la mente…

jueves, 27 de mayo de 2010

El amante olvidado


Escritor sin nombre,

Amante no correspondido,

Aunque pasas atroz hambre,

Te callas completamente dolido


Habitante de tu tierra,

Lugareño sin mentar

Has partido a la guerra

Sin armas para luchar


Dejaste a tu amada atrás

Aunque sabes que a ella le es igual

Y sin embargo piensas que algún día volverás

Para volver a visitar su hermoso lago de cristal


Te enseñaron que has de morir

Por tu tierra y tu gente

Pero sólo sabes que debes sobrevivir

Puesto que te lo dicta tanto corazón como mente


A casa retornas, compañero

Cubierto de oro, gloria y dolor;

Pero aunque sea terrible y efímero,

Sabes que gozarás de todo su amor


Mas te llevas un fuerte desengaño

Ella ya no está, se la han llevado

Y aún así, año tras año

Te llaman el amante olvidado.


miércoles, 26 de mayo de 2010

Qué tres cosas no hacer para tener a un profesor contento

Bueno, es una historia corta. A fin de cuentas, una anécdota es una anécdota y lo que pasa es lo siguiente: Por primera vez en mi vida, un profesor me ha llamado "hijo de puta", textualmente hablando.

Bueno, empecemos. Todo ha empezado una simple mañana de Miércoles en vísperas de Junio, oséase: Hoy. La mañana había pasado bastante lenta, tal vez por las tres o cuatro tazas de café que me veo obligado a tomar cada mañana antes de irme al instituto, y como de costumbre, me fui al instituto cabizbajo, cogiendo el autobús medio muerto de sueño... Un momento. No, no cogí el autobús, más bien: Corrí detrás de él.

Sí, señores, eché a correr más rápido que el correcaminos cuando le entra un apretón, justo cuando el autobús me cierra la puerta en las narices -y lógicamente yo me metí un sopapo contra el cristal que hizo "PLOC" al chocar mi cara contra el cristal y el metal- y entonces, ¡ale! ¡Quinientos metros corriendo! Lo increíble es que el autobús no se me escapase. Después de resbalar, tropezar con la gente, darme un soberano mamporro que casi me desencaja la mandíbula contra una señal de "prohibido aparcar" hecha de puro acero y pisar una naranja -que por cierto, apunte para gente que lleva prisa: No andes a la pata coja mientras te quitas las mondas-, logré subir al autobús. Lo cierto es que la conversación con el conductor fue un poco surrealista, y me sorprendo hasta a mí mismo por no haberle cascado con la naranja del carrito que llevaba la señora que iba detrás de mí a la plaza de abastos de la ciudad después de que me dijese en plan recochineo: "Qué, seica chove" -Qué, parece que llueve, en gallego, para los no familiarizados con mi lengua-. En serio, no sé cómo me contuve.

Bueno, a lo que iba. Primer paso para no tener a un profesor contento, levantarte mal y con prisas. ¿Que qué tiene que ver? Bueno, ahora lo veréis. Después de llegar tarde al instituto -segundo paso- y pegarme el carrerón padre hasta el vestíbulo hecho de mármol pulido después de cruzar todo el maldito patio de asfalto lleno de charcos, saltando porterías de fútbol e incluso los topes de alguna canasta por no rodearlas y ahorrar tiempo, pues... Con botas mojadas y de suela lisa... Correr no es la mejor opción. Bien, pegué un resbalón. Pero no de caerme de culo, sino de patinar encima del mármol. Otro hecho impresionante, la verdad, porque sinceramente... ¿Quién ha resbalado y le ha pasado que ha patinado cinco metros sobre mármol hasta darse un soberano golpetazo contra la puerta de cristal de enfrente? Bien, pues a mí sí. Ya sin preocuparme de lo que me dolía la cara -así no me podéis llamar caradura, si me permitís la licencia y el chiste malo por el cual Lope de Vega se removería en su tumba y Goyo Jimenez me intentaría colgar de los pulgares de los pies del mástil de un velero- subí las escaleras y llegué a clase. ¡Genial! ¡Sin falta, retraso! Una mancha más al expediente.

Ahora... El último paso, apoteósico: Prácticas del comentario de texto... En gallego. Ay, amigo, la has cagado. Es de la SGAE. Después de despotricar y argumentar en el comentario como podía dentro de mi sana inexperiencia en el campo, me tocó exponerlo. Entonces, el profesor sonrió como las hienas cuando ven una presa fácil y empezó a hablar en un fluido gallego, fruto del fuerte nacionalismo que está sufriendo mi tierra en los tiempos actuales; postura que no comparto pero que respeto en cierta medida. Qué pena que a este tío, no:

-¿A que é sorprendente a forma na que os que non teñen nin *censurado* idea do panorama económico español? A SGAE é necesaria, eu tamén teño obras publicadas e debo comer coma comedes vós, porque son un artista e cidadán... ([b]Traducción: ¿A que es sorprendente la forma en la que los tienen ni *censurado* idea del panorama económico español argumentan pobremente? La SGAE es necesaria, yo también tengo obras publicadas y debo comer como coméis vosotros, porque soy un artista y ciudadano...)[/b]-Entonces, como es lógico, voy yo y le rebato:

-Claro, a min paréceme xenial. Pero o que non é de recibo nin legal é que impoña un imposto público unha entidade financieira privada, que para colmo nela só reciben beneficios artistas de segunda fila como Bisbal-Momento en el que por cierto, la mitad de mis "maravillosos" compañeros me abuchearon y yo me sentí ovado por mi ocurrencia-Ou Chenoa-Más abucheos...-Pero non vexo ningún artista mellor no campo musical, por exemplo; varios coñecidos meus. O meu profesor de guitarra de feito, fai copias dos discos do seu grupo e regálallas aos seus alumnos en lugar de gritar coma unha hiena en celo "¡¡Os meus discos non vendidos!!". Ou tamen podo tomar coma exemplo aos irmáns Garcia de Warcry. [b](Traducción: Claro, a mí me parece genial. Pero lo que no es de recibo ni legal es que una entidad privada financiera española un impuesto público que para colmo en ella sólo reciben beneficios artistas de segunda fila como Bisbal o Chenoa. Pero no veo que ningún artista mejor en su campo musical, incluso siendo español. Por ejemplo, mi profesor de guitarra de hecho, hace copias de los discos de su grupo y se los regala a sus alumnos en lugar de gritar como una hiena en celo "Mis discos no vendidos". O tambiñen puedo poner de ejemplo a los hermanos García de Warcry)[/b]-Claro, mis compañeros no entendieron ni jota... Pero el profesor sí.

-¡O que non é normal é que vos sexades uns piratas copialotodo indesexables! [b](Trad.: Lo que no es normal es que vosotros seais unos piratas copialotodo indeseables)[/b]-Bien. Aquí llega el cúlmine, el apocalipsis, la crema de la crema y el monte del destino en el que Frodo tiró el anillo después de despachar a Gollum, o cuando David Bravo le hizo un señor "¡Zas, en toda la boca!" a uno de los directivos de la SGAE...

-¡¡O que no é de recibo es que vostede sexa un nacionalista e estea apoiando unha empresa privada española, cona, que aquí non hai coherencia nin para as ideoloxías!!-(Traducción: Lo que no es de recibo es que usted sea un nacionalista y esté apoyando una empresa privada española, coño, que aquí no hay coherencia ni para las ideologías)Entonces... Silencio. Un silencio tenso, muy tenso. Mis compañeros esperaban expectantes a ver si el *censurado* del profesor se me tiraría encima. Para mi sorpresa y para la de todos... Sólo me mandó callar. ¡Se quedó sin argumentos!

Eso sí, al final de la clase, hablando conmigo, lo que mejor me hizo sentir al notar su descontento fue:

-Nunca pensei que un alumno mio podia ser tan fillo de *censurado*. [b](Trad.: Nunca pensé que un alumno mío podía ser tan hijo de *censurado*)[/b]

¿Que es una tontería sentirse orgulloso por esto? Sí. Pero... ¿Cuántos habéis dejado en evidencia a un escritor, profesor, nacionalista y parlamentario del BNG ante unas 24 personas sin contarte a ti?

sábado, 22 de mayo de 2010

La venganza es mía.

Si alguien recuerda unas pocas entradas atrás, recordará un mensaje de esperanza. Era mentira. No hay esperanza en esta vida, y menos para los inútiles que esperan que alguien les eche la mano para sacarles del hoyo. Estaba agarrado a la pared, con los dedos sangrantes, apenas quedaban restos de lo que antes se podía haber calificado de uñas… Era una desgracia humana. Miró arriba, y vio que la persona que lo esperaba ya no estaba. Miró a la luz, pero el resplandor era demasiado. Entonces, miró abajo. Oscuridad. Inmensa, inconmensurable, su vista no daba distinguido el fondo, y sabía que si se soltaba, sería tragado por ella y finalmente, olvidado de los corazones de todos.

Tal vez se lo había merecido por ingenuo. Tal vez se lo merecía por confiar en alguien y aún así sabía que no podía confiar en absolutamente nadie, y menos si esa persona le prometía algo. ¿Ilusiones? Para imbéciles ¿Promesas? Para crédulos. Esas dos cosas han sido desde siempre el veneno que te hizo así de inútil e ingenuo; débil… Estúpido. Tal vez esas dos cosas te hayan alimentado y dado fuerzas antes, pero ahora… Han sido tu perdición. Ya estás sin fuerzas, extenuado, no puedes continuar y los dedos te duelen demasiado. Has derramado todas las lágrimas de cristal que te quedaban y ya no puedes ni lamentarte siquiera; tal vez por lo fuerte que resulta el dolor. Te pesa todo, no puedes ni con tu alma, y entonces piensas lo que pensabas antes: “La vida cuanto más vacía, más pesa”, y ahora notas cómo esa afirmación se hace realidad con cada vez más implacabilidad. Quieres soltarte y que la oscuridad te arrastre con ella. Quieres olvidarlo todo, dejar de dar valor a las cosas; dejar de sentir, de dar y de sufrir, de querer y esperar ser querido; porque sabes… Sabes que hay demasiados enemigos, y ningún aliado. Eres débil. Los dedos se van soltando y… Caes al vacío.

No gritas, no lloras… Ni siquiera piensas. Te limitas a cerrar los ojos mientras ves cómo todo tu esfuerzo se desmorona y la luz liberadora se aleja, mientras la oscuridad te envuelve con sus brazos negros, llamándote y susurrándote al oído. Y mientras las sombras te envuelven, los sentimientos vuelven; sustituyendo a la tristeza: Odio. Sufrimiento. Sadismo, dolor… Venganza. Te golpeas con todo el cuerpo contra el frío y duro suelo, emitiendo un grito de dolor, pero… No sientes nada. No te has roto nada, es más, sigues igual, y las manos han vuelto a estar sanas. Te levantas y miras las paredes, que parecen susurrarte de nuevo: “Sal, véngate. No te dan nada, para qué darles tú a ellos” Miras arriba y vuelves a ver esa luz que te llevaría a la libertad, o a la mayor opresión, y te parece más lejana que nunca. Aprietas los puños… La oscuridad tiene razón. Sólo hay una forma de cobrarse las cosas, y esa forma es… La venganza. Te vuelves a agarrar a las paredes, y ya no escalas: Saltas de pared en pared, con brío y fuerza, es fácil. Te impulsa algo que nunca te impulsó antes, y ahora estás incluso más cerca de la luz. Ya no te duelen los dedos, ni las piernas, ni los brazos, sólo el corazón; y eso ya no tiene cura.

Pero sí un atenuante. Mientras subes, sólo piensas en salir de ahí, y ya no vivir. Sólo sales para cobrarte todo el dolor que te causaron. Miras alrededor y ves el bosque, repleto de seres vivos, matojos y zarzas que apartar y aplastar. Empiezas a caminar y coges un callado del suelo, no para apoyarte, sino para defenderte y atacar. Si nadie va a ayudarte, pues tú vivirás para perjudicarles.

¿Por qué? Porque la venganza es sólo tuya…

miércoles, 5 de mayo de 2010

La canción olvidada

Muchos apelan al sentimiento
Pero yo apelo a la desolación
Cuántos me han dicho que miento
Cuando respondo que sólo busco una canción



Investigo los versos,
Palabras dedicadas a mi dama
Aunque no me responda con sus besos
Que sepa de veras quién la ama



Anhelo las notas
Sonidos que describan su voz
Dulces y suaves como la naturaleza rota
Como mi alma segada por su hoz



Un compás que describa su sonrisa
Férreas, blancas y guardianas rejas
De su hermosa y discreta risa
Que cuando me las dedica me acompleja




Plicas alargadas y finas
Que dibujen sus cabellos
Negros y radiantes cuales rimas
Jamás logre verlos tan bellos




Sólo falta una melodía
Que describa lo que no veo en el exterior
Sino la belleza que día a día
Se puede apreciar en su hermoso interior




Mas esta canción será olvidada
Con el fin de su autor
Cuya muerte será cumplida
Ya que su indiferencia es su gran dolor.

lunes, 3 de mayo de 2010

Los cinco dolientes.

Esclavo del arte

Amante de la libertad

Aunque ésta llegue tarde

El artista la ama de verdad


Creador de versos,

Amante sin correspondencia

Hambriento de ardientes besos

El poeta sufre su indiferencia


Preso de su habilidad,

Ansioso de desear,

Y aunque resulte fugaz;

El duelista sólo desea amar


Reo del vacío

Ejecutor del traidor

Loco por lo que le acaeció

El asesino, busca su amor


Víctima de la soledad

Expulsado de su manada

Su infortunio no tiene edad

El lobo solitario pierde a su amada


Los llaman los cinco dolientes,

Y aunque son los que peor viven,

Son los que más sienten

Pero también los que más sufren.


miércoles, 28 de abril de 2010

Quien roba a un ladrón no tiene perdón


Era un día lluvioso y nublado, el sol no atravesaba las nubes en absoluto y el frío calaba hasta los huesos. En un pequeño apartamento de Bilbao; a cinco metros de altura en un edificio gris como el mismo cielo que cubría la ciudad española aquel día comenzó a sonar el teléfono entre el alboroto de la ciudad, con su sonido chirriante, monótono y alarmante. Ella, lo cogió.

-¿Dígame?-Su voz era dulce y melodiosa, tierna y demostraba su faceta mas dulce desde la primera hasta la última palabra. Las piernas de aquella chiquilla eran largas y sinuosas, su pelo moreno e infestado de mechas rojas. Afable y con una sonrisa imborrable en su cara de porcelana mostraba sus dientecillos blancos y perfectamente alineados mientras la voz poderosa, profunda y grave de él se apoderaba del auricular del teléfono a la vez que su sonrisa se transformaba en una pequeña mueca de desconcierto. Aquella voz le era familiar. Pero no la oía desde hacía años.

-Vaya, vaya. ¿Qué tal?-No podía ser la de él, no podía. Él nunca le hablaba con rencor ni enfado y aún menos con ese tono de locura que su voz anunciaba. Algo le dijo que estaba siendo observada y aunque se echó atrás, observó la ventana que daba a la calle sin coches a aquellas tempranas horas de la mañana. A la puerta de un pequeño callejón tapada por un cubo de basura verde de los que solían estar marcados como los hechos para los residuos orgánicos estaba erguida una figura embozada en una gabardina negra con lo que parecía un teléfono móvil en la mano. Alzó la mirada hasta su apartamento, dejando que su pelo largo cayese sobre su pecho fuerte y clavó sus ojos verdes sobre la ventana en la que estaba ella. Su rostro había cambiado; ya no era lampiño, sino que la barba rubia sustituyó su cara inmaculada acompañada de una infinidad de cicatrices. Estaba muy distinto; los años no le habían sentado para nada bien.

-Espera, espera… ¿Quién eres tú?-Tragó saliva, mientras se llevaba una mano al pecho con una atenazante angustia. Él sonrió dejando ver su amarga alegría ante la pregunta que tan irónicamente, esperaba recibir. Ella era una mentirosa, y él un loco por amor.

-Oh… Sabes muy bien quién soy yo. Dijiste que no me olvidarías, ¿recuerdas? ¿O te has olvidado ya de cuántas balas encajó mi cuerpo? ¿O te has olvidado de cuántos murieron por ti, dama fortuna?-Ella cayó de rodillas, mientras unas lágrimas de cristal se empezaban a formar en sus ojos y sollozaba al teléfono; histérica.

-¡No, no puede ser! ¡No puedes ser él!

-Sí, sí, mi amor… Soy yo. Pensabas que no te encontraría, ¿verdad?-Rió de nuevo histéricamente, dejándola consumirse en su amargura y el miedo que sentía ante aquel asesino capturado y olvidado por su corazón años atrás.

-No hagas nada…

-Lo haré. Quedaste con tu “Afortunado”, ese estúpido vasco dentro de media hora, ¿verdad? Pues hablemos de suertes.-Él colgó tras un “¡No, por favor!” de ella y se metió por el callejón saltando el contenedor.

Ella se levantó a toda prisa y sin molestarse en arreglarse ya, cogió su abrigo marrón del perchero saliendo a toda prisa del pequeño apartamento y se dirigió a donde había quedado con su afortunado. El terreno era resbaladizo, y cayó más de una vez embarrándose ante todas las miradas de la gente que comenzaba con su vida diaria, pero no se detuvo; debía detener a aquel asesino. Años atrás él la había salvado, la había salvado de aquellos que la perseguían y retuvieron en una fábrica abandonada tras violarla infinitas veces, y se arriesgó a morir encajando todas las balas en su cuerpo sólo por el amor que sentía por ella antes de que la cogiesen. Era un amor distante, pero un amor que para él resultó la propia perdición. Ella aún recordaba el cómo escuchaba los gritos de dolor del asesino gallego al ser atravesado por todas aquellas balas, aunque curiosamente sólo lo empezó a recordar al escuchar de nuevo su voz. Le había prometido que no le olvidaría, y solo pasó un año desde aquello… Y no se acordaba de él. ¿Sería por eso por lo que estaba enfadado y dispuesto a matar a aquel al que él llamaba “El Afortunado de mi Dama” o eran sencillos celos? No lo sabía. Pero debía evitar a toda costa que aquello acabase mal.

Él comenzó a saltar de azotea en azotea, esquivando todas las tejas rotas mientras tiraba a los obreros de sus andamios sin ninguna clase de piedad cuando se metían en su camino, sin llegar a producirles lesiones graves, sólo… Los apartaba. El viento hacía ondear las solapas de la gabardina, revelando así sus vaqueros, el armamento que llevaba dentro de la gruesa prenda de abrigo y la camiseta completamente negra holgada que apenas conservaría desde unos días atrás. Sólo sentía dolor en su corazón, el dolor de haber sido olvidado a pesar de haber “muerto” un año atrás y para aliviarlo, todo eso debía acabar para siempre. Aquel mezquino juego de póker debía acabar, y él tenía todos los ases en su mano. Sólo tenía que echar el full.

Saltó el último edificio y posó sus botas de puntera metálica sobre el canalón de acero, a quince metros de altura sin ninguna clase de temor ni vértigo. Allí estaba aquel… Tramposo que le había convertido en el desafortunado que era ahora. El infeliz, el doliente, aquel jugador que debía recuperar lo que era suyo, aunque tuviese que cometer lo peor que podía hacer. En un pequeño callejón, el vasco estaba apoyado en la pared resguardándose de la lluvia mientras fumaba un cigarro barato, tal vez hecho por él mismo. Era despreciable. Se aprovechó de la situación de su niña, se aprovechó de su miedo para quitarle su virtud, se aprovechó de su miedo para quitarle a él el derecho de poder ser amado por ella, se aprovechó de su miedo sólo por… Placer propio. Ella no le importaba; sino… Habría sido él quien hubiese asesinado a todos aquellos indeseables y habría sido él quien hubiese muerto. No. No se merecía ni el don de vivir. Comenzó a descolgarse por los balcones, con una agilidad más que envidiable y cayó delante de él, mientras él comenzaba a sobresaltarse a pegarse contra la pared.

-Qué tenemos aquí…-Sonrió el gallego con malicia mientras dirigía su mirada al vasco. El paisano tragó saliva. A diferencia de él, el “Afortunado” todavía conservaba su cara de hace un año.-El tramposo esperando a su premio…-Rió, mientras el vasco no podía hacer sino tragar saliva mientras notaba cómo su pelo castaño se erizaba a pesar de lo largo que estaba y la poderosa coleta en la que lo recogía.

-N…No puede… No puede ser…

-¡Oh! ¡Claro que sí lo es! ¿O no me recuerdas, bastardo?-Preguntó con una sonrisa en sus labios. Se arremangó y sin más, golpeó al inútil muchacho en toda la cara, rompiéndole el tabique torciéndoselo sin piedad alguna. Un pequeño chorro de sangre cayó por el morro del vasco y chilló de dolor.-Sólo acabo de empezar…

-¡No, por favor!-Gritó con ese característico acento vasco, mientras él seguía golpeándole sin ninguna clase de piedad. Sólo pensaba en venganza, venganza y más venganza. Venganza por su muerte, venganza por llevarse todo lo que él deseaba, venganza por… Quitarle lo que amaba.

-¡No, no, no!

-¡Grita, grita, nadie te socorrerá!-Rugió, dándole una patada final en la cara manchando sus botas de sangre en cuanto el vasco ya se había encogido de tan cobarde que era. Lo agarró del pelo y estrelló su aguileña cara contra el cubo de la basura de al lado y prácticamente le obligó a comerse los restos que habían echado el día anterior en éste, para luego recibir otra patada en el estómago. El Desafortunado lo agarró por el cuello, levantándole y luego pronunció:

-Requiescat in Pace…-Y metiendo una mano en su gabardina, sacó uno de sus cuchillos, una hoja de acero recién afilada. La clavó en el corazón del “Afortunado” y tras unos segundos de convulsiones, éste cayó muerto empapándose de sangre.

En cuanto ella llegó, se encontró al Afortunado muerto; con su cara deformada de tantos golpes que le había dado el gallego y una frase escrita en sangre en la pared: “Adivina quién.”

Empezó a sollozar. Sus lágrimas se derramaron sobre la deformada cara del despreciable hombre y entonces, escuchó cómo unas botas metálicas golpeaban el granito. Ella se giró entre sollozos y miró al asesino.

-¿Por qué?

-Porque hizo trampas.

-¿Trampas? Es amor.

-Es lujuria.-Rebatió.-Él no hizo nada por sacarte de la fábrica, lo hice yo. Él solo estaba contigo porque le gustaba tu cuerpo.

-Eso no es verdad…-Sollozó, angustiada de oír aquello, y más después de escuchar aquello del asesino. Estaba… Loco.-Él me quería…

-Eso sí que no es verdad. ¿Acaso él moriría por ti? No. He sido yo quien encajó las balas y quien condenó su alma por salvarte, mi vida.

-No me llames así…-Ella giró la mirada borrosa. Aunque estaba horrorizada, el desafortunado… Seguía teniendo su corazón.

-Te llamaré como yo lo vea. Se aprovechó de tu miedo para sacarte todo lo bueno y purgar tu inocencia. Y tú te has olvidado de mí.

-N…No… Digo… Sí, yo…

-No te excuses. Ya veo lo mucho que vales, mi amor.-Y metiendo una mano en la gabardina, sacó el revólver.- Requiescat in pace.-Disparó, fríamente y después se acercó al cadáver de su amada con el pecho agujereado y sangrante. La besó en los labios y luego le susurró al oído:-Nos veremos en la otra vida.-Puso su pistola en su sien.

Todo, todo. Todo había terminado.



lunes, 26 de abril de 2010

Ansiada libertad...





Tal vez ese era el momento más duro del día para él, pero a la vez el más dulce. Tumbado, en su lecho con la persiana abierta y la luz de la dulce luna tiñendo su cara de su color plateado. El enorme disco argénteo brillaba en sus ojos grandes y verdes y lo incitaban a tirarse por la ventana de su cuarto esperando poder salir corriendo, libre y a su antojo, por el monte adelante como los lobos, tal y como lo hacían sus antepasados siglos y siglos atrás, quería sentirse libre, dejar que sus piernas corriesen a su antojo, liberar sus brazos y poder correr, explorar el mundo hasta caer extenuado.

Cerró los ojos momentáneamente y el corazón latió con fuerza. Se vio a sí mismo, convertido en un imponente lobo negro con las fauces cerradas y grandes, cuyo color amarillento no hacía sino imponer más y más miedo. Sus ojos eran grandes y verdes; y estaban abiertos al mundo… Y ya no estaba en esa maldita habitación, ese condenado habitáculo que lo retenía, sino al frente de una manada de lobos, liderándolos en pos de su supervivencia en medio del bosque.

Era… Libre. En su sueño era libre. Y feliz.

jueves, 22 de abril de 2010

Estúpida ilusa :)

No hables de lo que no sabes
porque acabarás quemada
y quemada sales, pero no llores
porque una sátira no es nada.

Estás jugando con el señor del Averno
ahora cíñete a mi castigo
porque una palabra es efímera, pero esto, eterno
y no será leve, sino tu sufrimiento.

Me dices que no soy lo que aparento
pero, ¡claro! Habló quien se da de dura.
Desgracia la tuya, no sabes quién te apunta,
el lord de la tinta; el hombre que te humilla

Presumida, te crees guapa
pero eres más fea que un orco
¿Lista?¡Si no vales ni para el APA!
y, ¿sabes? ¡Me das auténtico ASCO!

¿Te gusta la guerra?
Porque la has encontrado,
y créeme, estúpida ramera,
yo tengo el mando.

Te escondes en una túnica de pura
pero eres asquerosa y corrupta
compadezco al que crea en tu "dulzura"
así que te digo: ¡Púdrete, puta!


miércoles, 21 de abril de 2010

El que no aprendió a olvidar

Esclavo de su encanto,

Prisionero de su dulzura

Me siento recluido en su hechizo,

Hecho sin ninguna clase de usura

Cuántas veces me lo he preguntado,

Pensando en aquello que pudo ser

Y que a mi pesar, me he desilusionado

Al saber que algo no podría haber

Y aunque no busco nada

Ella sigue hechizándome

En un embeleso propio de un hada

Con dolores que siguen apuñalándome

Soledad, triste compañera

Irónico, que tú seas la única que me reanima

Tristeza, solitaria cómplice

Sarcástico que tú seas la que me llena

El vacío no está lleno,

Sólo está repleto de ignorancia y miedo

Y suplico porque el dolor acabe siendo tierno

Dentro de un alma en desasosiego.

Así, disfrutad de este amargo cantar

Pues es la historia de un hombre

Que aún no aprendió a olvidar.

martes, 20 de abril de 2010

Su sonrisa de hada

Esclavo de sus sonrisas
lacayo de su voz
ella con su risa
siega mi alma cual hoz

La desnuda y deja al descubierto
vulnerable al intemperie del tiempo,
y aún así con todo, la protege,
pues con su alegría una gruesa prenda teje

Pero ella se halla en la cruel lejanía
y para mí, es una malvada pero dulce tiranía.
Posiblemente la vea, puede que no
pero eso no menguara el calor por el que lato

Ella es feliz, y yo también
y cuando se halla así, yo voy bien
a pesar de que no tenga nada,
todo lo que me queda... Es su sonrisa de hada.


domingo, 11 de abril de 2010

Ese violín...

Finas y suaves notas, un violín tocado a saber en qué lugar de mi mente. De arriba abajo, suena la escala del do y la melodía se vuelve más melancólica y triste con cada nota que suena. Aunque te recuerda a los verdes prados de la tierra ahora mancillada con la pisada humana y su desperdicio mundano, no hace sino hacer que afloren lágrimas de desespero en tus ojos que con vergüenza las ocultas ante todos y cada uno de los patéticos seres humanos que te rodean.

No sabes dónde estás. No sabes con quién estás. No sabes de quién fiarte ni de cómo saber de quién, pero sin lugar a dudas lo que más te exaspera es no saber para qué estás. Esa desesperación, esa sensación de sentirte fuera de lugar es sin duda lo más cruel que puede pasarle a un ser humano, especialmente cuando lucha por abrirse un camino entre las zarzas y los tojos del monte, defendiéndose con un cuchillo como único arma contra los osos y las manadas de lobos que le asaltan día tras día, o los simples carroñeros que tratan de esperar a que caiga y recoger sus restos para su propio provecho.

Esa sensación de inutilidad… Ese temor de permanecer en el olvido, sólo entre la multitud y sin compañía alguna. Sabes que para todos los que te hablan sólo eres una voz del ordenador, una criatura sentada al otro lado de la pantalla en un cuarto oscuro sin mente ni voz ni voto, es más, ni siquiera se paran a pensar si eres realmente lo que dices que eres porque no conformas más que una ínfima parte de su vida plena. Puede que tú también te equivoques diciendo que su vida es plena, pero para ti lo son todo y no haces más que pensar en ellos como si fuesen tu único apoyo para salir de ese hoyo en el que estás metido sin remedio alguno. A veces sientes tentación de soltarte y dejar que las tinieblas de abracen para luego volver a salir, pero no convertido en ser humano, ni estar detrás de un ordenador, sino encerrado en una caja de pino camino al cementerio, pero lo descartas porque hay algo al fondo que te llama, una voz femenina llamada esperanza, o así la deseas llamar tú porque es tu única salvaguarda para empezar de cero. Pensabas que tenías el corazón de hielo, pero sólo ves que era una capa de fina escarcha que se derritió en cuanto escuchaste la voz decirte que siguieses para adelante. Te aferras con aún más fuerza a la piedra a la que te has agarrado aunque te sangre la mano y los dedos no sean mucho más que muñones fantasma de lo que eran antaño.

Aún te queda un camino largo y rocas afiladas para salir del oscuro agujero. Aún te queda un bosque entero por andar, y aún te queda un camino largo que recorrer de la mano de esa personita que te espera allá al fondo, aunque no formes más que una voz fantasma en su vida.

¿Ese violín suena ahora tan melancólico y triste como antes?


Drazharm.

Entrada dedicada a la primera que está leyendo esto... Gracias.

sábado, 2 de enero de 2010

Y cada vez que se mira al espejo...




Ocho y media de la mañana. Los primeros rayos del sol del día lo despertaron acariciando con brusquedad sus ojos tapados por los párpados, obligándole a levantarse. El dolor de cabeza era más que suficiente para que dijese “he empezado mal el día”, y así era. La resaca de la noche pasada era más que notable. Se levantó del mugriento suelo de parqué del malo y miró las botellas tiradas a lo largo del piso, así como los restos de comida y ropa sesgada por todos lados. Con un fuerte bufido, se abrió paso entre aquel desastre, mientras sus botas apartaban botellas y comida desperdiciada, y entró en el baño. Al menos aquella parte de la casa se había salvado; nadie había entrado en ella, para su fortuna. Se miró al espejo y observó los moratones de su cara, junto a los tres cortes de su frente. La pelea no había tenido buen resultado para ninguna de las dos partes, y menos para la otra. ¿Que era un necio? Eso estaba por ver aún. Con un algodón y el bote de alcohol, se desinfectó los cortes, emitiendo un quejido, para después reincorporarse de nuevo. Se miró en el espejo otra vez.

¿Dónde estaban aquellos que se hacían llamar “amigos” tiempo atrás? Se habían marchado. Como todos, lo habían dejado abandonado, tirado, como a un perro callejero sin mayor valía que estar ahí para ocupar espacio. Salió del baño y arreó una patada a una botella de vodka, estrellándola contra una pared y rompiéndola mientras la pintura blanca de dicha pared se resquebrajaba y caía. Suspiró.

¿Por qué se sentía así de mal? Había logrado su objetivo, había abandonado el nido, se había marchado y asentado, vivía solo, alejado de todo aquello que antaño le hacía daño, pero, ¿por qué diablos siempre tenía que meterse en una ratonera para entrar en otra? Nada le iba bien, y menos desde que marchó, tal vez el hecho de haberse ido hubiese sido un gran error, tal vez más grande que ningún otro que hubiese cometido en toda su vida. Avanzó hasta el salón, ya iluminado por los rayos del sol y se tumbó, mientras empezaba a escuchar el bullicio del exterior de la ciudad madrileña. Se tapó los oídos con un cojín como pudo, aunque resultase inútil. Sólo dos pisos lo separaba del suelo, y los camiones tenían una bocina tan potente que la cabeza parecía que le fuese a estallar a lo grande. Y de repente, una melodía estridente le llegó a los oídos. Su condenado móvil. “Mask of Sanity”, la canción más potente de Children of Bodom… ¿Por qué diablos tenía que tenerla como tono de llamada? Miró el número de llamada, mientras se apartaba el pelo rubio y descolgaba.

-¿Sí?-Preguntó, sabiendo lo que le iban a pedir. Otra vez…

-Lo necesito.

-¿Lo de siempre?-La rutina. Como de costumbre, la rutina. Lo necesitaban para cosas, pero nunca podía necesitar él a nadie, porque nadie lo socorrería, jamás. Nunca lo harían, es algo que tenía claro desde muchos años atrás: En el mundo exterior nadie ayuda a nadie, sólo los necios lo hacen.

-Sí.-La voz se correspondía a la de una mujer de su edad. La odiaba, ya sólo por el tono de soberbia que tenían sus palabras, pero debía hacerlo.-Debo de dar caña al cuerpo.

-¿En tu piso otra vez?-Preguntó, con voz queda. Le daba igual, él se daba el gustazo y se beneficiaba de un cuerpo decente, pero su dignidad… Un momento, ¿tenía dignidad…?-El mío está hecho polvo.

-Sí. Y no te olvides, de esta vuelta, tráete la guitarra. Tengo un negocio que seguramente te interese.

-No voy a tocar otra vez en un bareto del tres al cuarto…-Dijo, cerrando los ojos con un fuerte suspiro.

-Por lo bajo había que empezar. De todos modos, tal vez te interese…

-Está bien, está bien…-Suspiró, colgando la llamada y levantándose. Cogió la guitarra eléctrica, una ESP de la serie F-250, desde luego una pieza nada despreciable, y la metió en la funda, disponiéndose a salir por la puerta.

Otro día más, en su infierno personal... Pero debía hacerlo. Porque su único amigo era el rock.