martes, 22 de diciembre de 2009

Meteros la navidad por el culo.

Pues eso.

Ahorraros felicitaciones y mierdas así.

Meteros la PUTA navidad por el PUTO culo.

He dicho.

lunes, 23 de noviembre de 2009

El cantar del duelista

Cantar del duelista que ha amado

De un andar orgulloso
a un caminar vergonzoso,
su compañía al andar lo alentaba
mas la pérdida el orgullo le arrebataba

El duelista seguro de su habilidad estaba...
Por ello, a su amada guardaba
bajo su espada de férreo acero
su corazón ella le entregaba.

Lágrimas de sangre el guerrero derramó
tras la amarga pérdida de su amor
con gran arte su espada blandia
mas no pudo evitar su afligida pérdida

La visión de su cabello albarado
el recuerdo del tacto de su cuerpo
la evocación del decir de sus labios "te quiero"...
Como afiladas dagas se le clavaban

Tal furia el duelista guardaba
que sus enemigos a su paso se apartaban
sus ojos, antes hermosos,
ahora son pozos de sangrientos vacíos

Su corazón ennegrecido estaba
buscando el poder para recuperar a su amada
mas el guerrero en sus posibilidades no lo hallaba
pues lo llamaban el Doliente
cuya pérdida lo mataba.

Así pues disfrutad
de este amargo cantar..
Pues es la historia del único duelista
que llegó a amar...

domingo, 15 de noviembre de 2009

Despechadas




Palabras en el olvido. Nunca vuelven, siempre se marchan una vez abres tu bocaza para decir cualquier cosa, y no hay forma de hacerlas volver, de corregir el terrible error que has cometido, de retirar todo lo dicho.

De igual modo, vuelan como flechas y nunca vuelven, así como las oportunidades perdidas; las desaprovechas, siempre dices “no me hace falta, ya vendrá otra mejor”; pero al cabo de unos escasos segundos te arrepientes, diciendo “¿Y si la hubiese aprovechado…?” como un bobo, un necio al que le arrebataron la razón en el momento de nacer, o como dirían hace dos cientos años, con mucha mayor sabiduría que la que hay ahora: “No eres parte de los ilustrados.” Y aún yéndote a dormir, te quedas tumbado sobre el colchón, mirando al vacío del oscuro techo que te cobija de la intemperie, dejando una mano sobre tu estómago, como si protegieses algo, aunque no tengas nada qué proteger ya que has sido tan inteligente como para rechazarlo.

Eres irracional, como todo ser humano.

Pero hay una fina raya entre la irracionalidad y la estupidez.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Venganza.





Se agachó y cogió un puñado de hojas del suelo, caídas por el otoño que con tanta delicadeza desnudaba los árboles hasta despojarles de su vestidura de hojas, en primavera; verdes y frescas, aunque en otoño marrones y marchitas. Los rayos del sol otoñal que empezaban a presagiar el crepúsculo acariciaban la tez del semielfo, y aunque la luz pasaba perfectamente entre los árboles, las ráfagas de aquel leve viento no hacían sino agrietarle los labios por el frío que traían, justo antes de que el invierno cayese sobre la región de Ilmora.

Se llevó la hojarasca a la nariz y oliéndola, detecto el rastro que tantas semanas llevaba siguiendo, mientras un pequeño cachorro de lobo se paseaba por su alrededor, con absoluta confianza con el explorador, frotándole la greba metálica que le protegía la espinilla con su lomo albino, dando pequeños aullidos para llamar la atención del montaraz. Efectivamente, el olor de las hojas correspondía al de aquellos bandidos. Bajó la mano hacia el cachorro y le tendió la hojarasca, mientras éste la olisqueaba y luego daba unos pequeños saltos de afirmación, cabeceando hacia el interior del bosque. Thralldor suspiró mientras se levantaba y sonreía, cogiendo del pellejo del cuello a su simpático compañero de viaje y lo dejaba dentro de una amplia bolsa la cual colgaba de uno de los numerosos pliegues de su raída capa verde primaveral. El pequeño lobo se revolvió dentro de la bolsa, dando pequeños gruñidos mientras se acurrucaba y entraba en calor, a la par que el semielfo descolgaba su espadón de su espalda. Viejo y oxidado, el enorme mandoble estaba maltratado por los años que su hoja ha visto pasar, y los severos golpes a los que se vio sometido, hicieron mella en su antaño, afilado filo. La capa ondeó en cuanto sacó el arma de Shondakul de su vaina, y el pequeño lobo se quejó, por el brusco movimiento con un pequeño gruñido apenas perceptible.

Comenzó a caminar, con cuidado de no pisar ninguna de las raíces que sobresalían por el suelo, y menos de dar un traspié con alguna, mientras las mallas tintineaban entre ellas y las placas chirriaban. Colocó su espadón encima de su hombro, entre dos púas del metal que empleaba como último recurso si lo desarmaban y necesitaba derribar a alguien, también oxidadas y prácticamente rotas por el descuidado trato que recibieron desde que Thralldor la poseía. Aunque la armadura le pesaba un mundo, el montaraz se movía con infinita soltura por el bosque, como si se tratase de su propia casa, aunque no lo hubiese pisado nunca en su vida. El crepúsculo tiñó de rojo y naranja las profundidades del bosque, y a medida que iba avanzando por la espesura, el sol se ocultaba cada vez más, hasta que daba paso a la oscuridad de la noche, bajo el amparo de la luna. El sueño le azotaba, y sin embargo, no se paró a dormir. Tenía a aquellos malditos bandidos a un tiro de piedra, y no iba a permitir que se le escapasen de nuevo, no después de tantos meses de persecución, y aún menos después de lo que le hicieron a aquel santuario de Shondakul al que había llamado “Hogar” años atrás.

Su mente atormentada aún evocaba los recuerdos de aquel escalofriante paraje; la pequeña arboleda quemada, los cofres con las escasas posesiones de los montaraces saqueados, mientras los guardianes de éstos estaban empalados, clavados en una estaca en el suelo terroso de la arboleda, con su sangre desparramada por el suelo y la expresión del puro Horror grabada en su cara, las mujeres, todas tiradas por el suelo, cuyas ropas de esparto y materiales a cada cual más pobre rotas, arrancadas de un único tirón, con mil y más cortes en sus delicados cuerpos y sobre su piel pálida a medio descomponer, violadas varias veces con espadas, pues de su entrepierna emanaba semejante cantidad de sangre, que hasta el ojo más inexperto sabía que aquello no era producto de una violación simple y corriente, sino el fruto de las cuchilladas de un arma cortante por dentro, y a las niñas se les aplicaba la misma regla. Los animales que solían acompañar a los montaraces a sus misiones estaban tumbados junto a sus dueños, con claras marcas de mordiscos en sus costados, e incluso algunos desmembrados, dejando ver el interior de sus miembros, con la sangre seca alrededor de ellos. ¿Qué clase de monstruo podría haberles hecho eso? No podían ser simples bandidos, eran… Desalmados. Seres desalmados. Sacudió la cabeza, mientras terminaba de subir el pequeño montecito y se agazapaba debajo de unos helechos , entrecerrando los ojos para ver mejor. El chillido de un halcón le sacó de su trance, dejándolo desconcertado y haciendo que se levantase, lanzando un rápido y fuerte golpe hacia delante que cortando una rama, terminó clavándose en el tronco del árbol.

-Dichosos halcones… Con los lobos no pasa esto.-Se dijo para sí, en voz alta mientras trataba por todos los medios de arrancar su arma del grueso tronco del roble. Una vez logró, tras no poco esfuerzo, sacar el filo, continuó su camino, volviendo a dejar su espadón al hombro entre las púas de la hombrera y continuó su camino, mientras la luna terminaba bañando con su luz plateada el bosque, a la par que un lobo aullaba en la lejanía, llamando a su manada para comenzar la caza. El pequeño lobo albino se removió dentro de la bolsa, dando pequeños aullidos como si quisiese responderle, aunque sabía que si lo hacía, condenaría a muerte a su compañero y amigo Thralldor. A medida que iba caminando, algunos pequeños animales se apartaban a su paso haciendo mover la hierba, temerosos de lo que el montaraz pudiese hacerles, pensando que se trataría de algún cazador, o de algo peor incluso. Aunque había algo más. Algo a su espalda se había movido a una velocidad pasmosa, y el ritmo de los pasos no se correspondía a ningún lobo, pues eran demasiado pesados, aunque demasiado ligeros como para ser un oso o un trasgo. Suspiró, poniendo el arma en alto y continuando su avance, fue divisando poco a poco el campamento de los bandidos, con numerosas figuras alrededor de una pequeña hoguera, mientras sus carcajadas inundaban los alrededores del bosque, comentando su última incursión. Las tiendas estaban hechas de lona blanca, sin lugar a dudas resistente, y apenas podrían contener en su interior cinco o seis bandidos muy, muy apretados entre sí. Sin embargo, aquel campamento estaba perfectamente montado, como si no fuesen bandidos normales, sino estrategas recién salidos del ejército.

El semielfo clavó su arma en el suelo y cogió a su pequeño y simpático compañero por el pellejo del cuello, entre las quejas de éste, y lo dejó en el suelo, para luego susurrarle con cariño, amistoso:

-Agazápate por aquí, no tardaré nada en volver, ¿De acuerdo?-El pequeño lobo ladeó su cabecita peluda, pegando las orejas a su cráneo, sin comprender bien lo que el montaraz quería decirle, aunque aún así, asintió y se dirigió al pie de un árbol, pegándose todo lo que podía a éste, evitando ser visto a pesar de su clarísimo pelaje blanco mientras se limpiaba sus patitas a lametones, como hacía la inmensa mayor parte de los miembros de su raza. El semielfo se levantó de nuevo y giró su mirada de nuevo hacia el campamento, arrancando el espadón del suelo, mientras sus pasos sonaban como los de la propia muerte, a la par que sus ojos empezaban a destellar ira en estado puro, odio, alimentando su corazón atormentado, soñando con degollar a esos malvados que tanto mal hicieron en su hogar.

A medida que avanzaba, sus pasos se fueron haciendo mucho más lentos, hasta el extremo de prácticamente no oírse en la lejanía. Se agachó, ocultándose sobre unos matojos y cogió su arco, descruzándolo de su hombro y extrajo tres flechas del carcaj que colgaba tras su espalda. Clavó dos en la hojarasca, mientras sus ojos verdes escudriñaban el campamento. Aquellos malhechores no deberían de ser un problema, apenas serían tres o cuatro haciendo la guardia, y no estaban precisamente sobrios, pues se tambaleaban de un lado para otro y reían sin motivo, mientras que sus miradas no se mantenían en un punto fijo como deberían de estar. Tres barriles de cerveza destapados alrededor de la hoguera revelaban la causa del porqué estaban en tan lamentable estado, y sobre todo, el porqué sólo habían cuatro guardias; pues el resto estarían dormidos. Cargó la flecha en el arco, mientras murmuraba para sí maldiciones y juramentos en élfico, mientras su respiración se tornaba agitada, enfurecido y ansioso de cobrar la venganza; de pagar la sangre con la sangre.

Tensó el arco. Sólo debía de soltar la flecha y acabaría con todo… ¿Pero debería de hacerlo o no se convertiría en mejor escoria que la que eran ellos? Se mantuvo así varios segundos, agazapado y camuflado entre los helechos, sosteniendo la flecha entre dos dedos y con el arco en alto. Sólo mover esos dedos… Y cobraría una pequeña parte de su venganza. Cerró los ojos, recordando la matanza en la que su gemelo había pasado a mejor vida, y luego los cadáveres de sus compañeros y de la elfa que tan bien lo había atendido años atrás, cuando lo acogieron en su seno cuando no tenía a dónde ir. No. Debía de hacerlo. Por ellos y su memoria, debía hacerlo. Sin embargo, un pequeño ruido de nuevo, el de unos rapidísimos pasos le hicieron salir de sus pensamientos, haciendo que su arco se destensase y sin lanzar la flecha. Se dio la vuelta, sin hacer gran estruendo y rezando porque los guardias no le descubriesen, pues aunque estaban borrachos, no le convenía pelear contra más de uno a la vez. Una sombra, delgada y estilizada se erguía ante él, de ropajes holgados y sin embargo, con una movilidad asombrosa. Armado con dos sencillas dagas curvadas en cada mano, miró al montaraz con unos ojos oscuros como la oscuridad en la que estaban sumidos ambos, inquisitivo y a la vez, mordaz. Ambos mantenieron una lucha de miradas, pensando qué hacer, por aquel fortuíto encuentro. Thralldor, acabó preguntando primero, en apenas un susurro.

-¿Eres uno de ellos?-El hombre negó, mientras daba dos pasos sigiloso, escurridizo como una verdadera serpiente, agazapándose a su lado.

-Al contrario. Espero que tú tampoco lo seas.-Respondió en un susurro, mientras jugaba con sus dagas. Cuando el anillo de la luz de la hoguera iluminó el rostro del hombre, Thralldor pudo ver un claro tono pálido en su piel, revelando sus dos orejas picudas que lo delataban como miembro de la raza élfica.-Sino, estaremos en un problema.-Respondió en un susurro mientras una de las múltiples carcajadas de los guardias se dejaba oír.

-No. Es más, si fuese uno de ellos, creo que tendrían un traidor entre sus filas.-Susurró de nuevo con sarcasmo a la par que se giraba.-Voy a cargármelos, uno a uno, van a ver que…-Su sarta de amenazas se vio interrumpida por un golpe en su espalda, proveniente de una de las manos del elfo, el cual chasqueaba la lengua:

-Tranquilidad… ¿No crees que sería mayor humillación para ellos caer en una trampa y que los cazasen?

-No. Seré yo quien los mate, por mis compañeros, ellos los asesinaron, violaron a las mujeres y… y…-Su discursió fue interrumpido por un bufido de ira, producto de la impaciencia, mientras el elfo parecía divertirse viendo cómo despotricaba contra los malvados ladrones. Finalmente, le dio otro golpecito en la espalda, intentando tranquilizarlo:

-Tranquilo fiera. Creéme, a veces la humillación es la mejor panacea.-Su carácter despreocupado hacía que el semielfo desconfiase, le parecía… Casi hipócrita. Thralldor bufó y dejó el arco en el suelo, recogiendo su espadón de nuevo por el mango. Cedió. No supo porqué, pero cedió. Tal vez esa fuese su venganza, no debía de pagar la sangre con la sangre, pues no se convertiría en mejor escoria que aquellos forajidos. No, les humillaría, pero no les arrebataría la vida. La naturaleza, o quien los encontrase primero, haría el resto.

-Está bien… ¿Qué debemos de hacer?

-Es muy sencillo… ¿Ves lo ebrios que están? Dame cinco minutos, cuatro trampas para ciervos y ya verás… Hermosa decoración para este campamento.

-¿Porqué debería de fiarme de ti?-Preguntó, después de la respuesta del pícaro, cambiando radicalmente.

-Porque digamos que si un ladrón roba a otro no tiene perdón.

-¿Qué?-La respuesta dejó al joven semielfo desconcertado, aunque no le dio tiempo a más interrogatorio: El elfo ya estaba dando brincos, escalando los robles, atando cuerdas a una velocidad pasmosa, mientras las dejaba con un sigilo extremadamente trabajado en el suelo, haciendo lazos, como si fuese todo un experto en la materia. Thralldor no podía salir de su asombro ¿Cómo era posible que un elfo que acababa de conocer se ofreciese a ayudarle a acabar con unos bandidos que seguramente ni siquiera le hayan hecho nada? ¿O tal vez sí? Al cabo de cinco minutos exactos, volvió al lado del montaraz, agazapándose.

-Bien, ahora llega tu parte…-Rió por lo bajo, como si no lo creyese capaz de eso.-Desde arriba he podido contar a los bandidos en total, son cuatro guardias, dos que duermen en esa tienda de ahí.-Señaló la tienda de la izquierda, las más pequeñas.-Y dos más… No he podido distinguirlos bien, pero uno llevaba una armadura tremenda, y ya sabes… Tela con esos trastos… Aunque la tuya anda un poco…-Thralldor lo interrumpió, apremiándole.

-Al grano, deja mi armadura en paz…

-Ah sí, sí… La cosa es que, mientras yo me cuelo en el campamento y dejo a los dos que están durmiendo inutilizados, tú atrae a los guardias a las cuerdas… Sabrás desarmarlas y evitarlas, ¿verdad?

-¿Por quién me tomas?-Preguntó, ofendido por semejante pregunta. No llevaba años viviendo en los caminos para sólo saber asestar tres golpes con una espada y usar cuatro tretas barriobajeras. No, él era mucho más que eso. Tras apenasu nos susurros ininteligibles, el elfo saltó del matorral, camuflándose entre las sombras mientras corría, huyendo de las miradas de los ebrios guardianes. Thralldor, envainando el espadón, cogió el arco y se levantó, cargando una flecha. Exclamó, llevado por su ímpetu por cobrar su venganza:

-¡Eh! ¡Aquí!-Dos de los guardias se giraron hacia él, mientras hacían que sus espadas se tambaleasen, salieron corriendo, mientras las prendas de cuero les dificultaban ligeramente su movilidad, y las calaveras que llevaban a modo de hombreras se caían cómicamente. Thralldor disparó la flecha, yerrando a propósito, sólo para enfurecerles. Ambos se tiraron hacia un lado, y luego aumentaron su velocidad, aunque corrían haciendo claras eses, producto de la fuerte borrachera. Thralldor echó a correr, dando primero unos simples pasos atrás y luego girándose, yendo algo más despacio que ellos a propósito. Se colocó tras una de las trampas, quedándose quieto, esperando al más rápido de los dos, un humano apenas una cabeza más alto que Thralldor, armado con una espada larga deslustrada por el cruel uso que se le ha dado a lo largo de su existencia. Pisó la trampa. Con un berrido de sorpresa, el hombre soltó la espada, clavándose ésta en el suelo y siendo él colgado por un pie, mientras mascullaba por lo alto, a pleno pulmón:

-¡Malditos seais! ¡Vais a sufrir la furiargl!-Su acento Ilmoriano mezclado con la borrachera, le hacía realmente, un verdadero payaso. El otro guardia, un enano con más amplitud de hombros que alto, vestido de igual manera, aunque portador de un hacha de no mucho mejor calibre, le pisaba los talones, mientras gritaba sandeces en su idioma, posiblemente intentando provocar al guerrero. Thralldor se dirigió a la siguiente trampa, mientras se colocaba tras ésta, sonriendo con evidente sarcasmo. El enano, también picó como un tonto. Con otro rugido, el enano quedó colgando de sus pies, mientras un monton de monedas de cobre y plata caían de sus bolsillos, tintineando en el suelo lleno de hojarasca. Repitió la misma operación con los otros dos guardias, un semielfo y un pequeño mediano, ambos cayendo de la misma manera que sus compañeros de armas. Thralldor no pudo evitar soltar una carcajada por lo sumamente fácil que le fue engañarlos, recordándose a sí mismo que no debía de jactarse de su desgracia, pues podía haber sido también él quien hubiese caído en sus ingeniosas trampas. Estirándose, el montaraz se dirigió hacia el centro del campamento, con una sonrisa triunfal en sus labios, mientras el elfo salía de la tienda palmeándose las manos, como si se limpiase el polvo, arrastrando tras de sí una pesadísima saca que sonaba a metal. Thralldor carraspeó, mirando la saca que arrastraba, cruzándose de brazos.

-El que roba a un ladrón no tiene perdón.-Dijo, mientras daba pequeños toques en el suelo con el pie.

-Pero aún así cada uno tiene su redención, ¿No?-Preguntó jovial.-¿O es que acaso tienes algún escrúpulo en robarles cosas que no les va a servir de más?

-No, pero…

-¡Entonces todos contentos!-Exclamó, mientras dejaba la saca en el suelo, con una sonrisa de oreja a oreja, casi cortante. Abrió la saca, mientras sacaba las piezas de una armadura hecha de acero puro, con un tabardo de Shondakul ensangrentado.

-Creo que esto es de algún montaraz… ¡Oye, si es igual que el tuyo!

-Lo sé… Ya te explicaré de quién es.-Suspiró, mientras cogía algunas de las placas.-Supongo que es hora de sustituír esta armadura…

-Sí, porque he visto cucarachas que defenderían más.

-¡Calla, anda!-Repuso el semielfo, molesto por la afirmación respecto a su armadura.-¿Había algo más interesante ahí dentro?-Preguntó, mientras se cambiaba las placas más fundamentales y en peor estado, dejándolas en el lugar de la armadura.

-Pues… Armas. Mandobles, algún que otro claymore… Ballestas también…-Respondió, enumerando mientras contaba con los dedos, pensativo mientras sus ojos grises vigilaban tras Thralldor y Thralldor a su vez tras el ladrón, alerta a posibles ataques. El montaraz, una vez se hubo cambiado las piezas de la armadura, entró en la tienda, mientras miraba a los dos bandidos amordazados y atados de pies y manos que luchaban por liberarse en el suelo, casi con satisfacción. No conocía a ese ladrón, pero estaba siendo de real utilidad. ¿Porqué estaría haciendo eso? Cogió uno de los múltiples claymore que había tirados a lo largo del suelo de la tienda, unos sobre otros y dejó su oxidado espadón sobre ellos, casi complacido por haber logrado renovar su equipo, aunque una pequeña vocecita dentro de su cabeza le dijese “no debiste hacerlo, Thrall.”

-Ah, oye, ¿cómo debería de llamarte?-Preguntó una voz desde fuera, correspondiente a la del elfo.

-Me suelen llamar Thralldor.-Respondió el montaraz, mientras salía de la tienda, mientras su compañero registraba los barriles, curioseando sobre su contenido.-¿A ti cómo debería de llamarte?-El elfo rió por lo bajo, moviendo el cuello en círculos.

-Llámame “serpiente”-Respondió, mientras lanzaba los kukris arriba y abajo y los cogía por el mango.-Supongo que debería de decir “Un placer” ¿No?-Su sonrisa no se desvanecía de su rostro, era de lo más desconcertante.

-Sí, supongo que yo debería de decir lo mismo.-Ambos se encogieron de hombros, mientras miraban a su alrededor de nuevo, mientras los lobos se llamaban los unos a los otros con aullidos y las lechuzas volaban de rama en rama. Repentinamente, escucharon un par de risas. Guturales, histéricas, prácticamente infernales, y finalmente, una nube de humo se hizo aparecer, junto a dos personas delante de ellos. Al principio con el humo no se distinguía más que unas vagas siluetas, la de un claro guerrero, pues su armadura era grande y las placas revelaban su fuerza, y la otra, de alguien bastante más… Flaco. Tal vez débil. A medida que el humo se disipaba, una mueca entre furia y horror se mostró en la cara de Serpiente, mientras una mirada de desconcierto cruzaba los ojos de Thralldor.

El primero, el guerrero, iba ataviado con una pesadísima armadura negra, con fortísimas placas como el azabache por doquier, adornadas con toques plateados y de un extraño color violeta mezclado con el blanco, con el símbolo de cyric en su pecho. Un mandoble serrado, un flambergue tal vez estaba colgado a su espalda, negro también, a excepción del final de la empuñadura, el pomo de la espada, que era una calavera hecha de pura plata, y su mirada era fiera, casi agresiva. El guerrero, era exactamente igual que Thralldor, aunque sus ojos eran rojos, y su mirada vacía, como la de un títere.

-Vaya, vaya, hermanito…-A Thralldor se le quedó helada la sangre al escuchar esas palabras, y esa voz tan sumamente familiar, aunque vacía de sentimiento.

-No puede ser…-Masculló, mirando a su hermano, entre desconcertado y decepcionado, al ver los símbolos de su armadura.-¿He…Herm…Ano?-El guerrero oscuro sonrió, para finalmente reírse

-Sí, sí, sí… Ahora vendrán tus palabras de reencuentro y blablabla… ¡Ahora bien! ¿Sigues sirviendo a ese necio de Shondakul? Vaya, qué decepción… ¿Sabes el poder que Cyric me ha dado? ¿Tienes la más remota idea… De lo que es estár más allá de la muerte y de todo lo mortal? No, claro… Eres un… Títere de un dios.-A Thralldor no le salían las palabras, y no lograba salir de su asombro al escuchar a su gemelo hablar así. Por su parte, Serpiente no hacía sino mirar a su rival con lo que parecía casi furia; un hombre de pelo largo y castaño, mirada vacía, casi podría decirse con cierto deje de locura y una sonrisa ida, los miraba con desprecio, por encima del hombro. Sus ropajes eran negros y ajustados a su cuerpo; hechos de cuero puro, y su arsenal, muy completo.

-Vaya…Volvemos a encontrarnos… Y sigues siendo tan débil como siempre.-Ambos se rieron a coro, cruzados de brazos.

-Venga ya, Kerian… ¿Esperabas algo acaso de unos ineptos?-Preguntó el guerrero oscuro, mientras seguía cruzado de brazos, mirándolos con sus ojos vacíos y arrogantes.

-No, la verdad…-Una ligera sonrisa de locura cruzó su cara, mientras metía las manos dentro de los pliegues de su gabardina negra, extrayendo unos pequeños cuchillos arrojadizos, lanzándolos al aire una y otra vez y recogiéndolos por el filo.-Sabéis qué… Me sorprende que hayáis podido… Acabar con nuestros hombres así de fácil, la verdad… Me esperaba que muriéseis como cochinillos en un matadero.-Ambos compañeros apretaron los dientes, mientras la mirada desconcertada de Thralldor se transformaba en una iracunda, prácticamente rebosante de odio hacia su hermano. ¡Así que él también fue artífice de la muerte de todos aquellos montaraces y de la elfa!-Bueno…-Prosiguió.-Supongo que tendremos que terminar nosotros el trabajo, como es lógico… O no, bueno… Dejémosles… Serán nuestros juguetes.-En una risa histérica, el hombre comenzó a mover los brazos hacia un lado y hacia otro, dando unos pequeños saltos y se desvaneció entre las sombras, mientras Serpiente se tiraba encima de él, aunque se dio de bruces contra el suelo en cuanto el hombre se desvaneció. Thralldor, por su parte, con un rugido de ira, desenvaino su nuevo arma, mucho más grande que la anterior, con un filo mucho más afilado y ya apta para la lucha, mientras su capa ondeaba con violencia. Por su parte, su gemelo, desenvainó su espada serrada con absoluta calma, como si todo aquello le resbalase como una gota de lluvia sobre un cristal. El valeroso montaraz se lanzó encima del guardia negro, lanzando un airado golpe en picado hacia él, aunque éste se limitó a levanta r su espada, desviando el golpe, mientras las chispas saltaban con violencia. Se rió.

-¡Debilucho! ¡No tienes idea del poder que me confiere mi señor Cyric!-El montaraz, con un rugido de rabia, lo empujó con su pie hacia atrás, mientras ambos se enzarzaban en un baile de mandobles, esquivándose mutuamente y parando las arremetidas del uno y del otro, durante lo que a ambos les parecían horas, mientras que Kerian y Serpiente se enzarzaban en un maquiavélico juego del escondite por parte del loco danzarín sombrío, quien desaparecía y aparecía entre las sombras, bailando y riéndose como un psicópata. El ladrón no hacía sino lanzarle todo su arsenal arrojadizo cada vez que lo veía, yerrando a cada tiro, pues el bandido era demasiado ágil y rápido para él.

Los minutos fueron pasando, y esos minutos se convirtieron en horas. Thralldor ya tenía los músculos flaqueando, aunque su gemelo no parecía debilitarse por mucho tiempo que pasase; era una máquina imparable, y Serpiente también parecía estar flaqueando, mientras que su oponente no hacía más que asestarle golpes en los lugares que más duelen, sin usar sus armas, limitándose a golpearle con toda su fuerza, incapacitándolo mientras el ladrón se doblaba sobre sí mismo incapaz de aguantar el dolor, aunque pudiese esquivar una buena parte de los golpes del danzarín. Thralldor, en cambio, ya no daba atacado, pues sus brazos no respondían, sino que se limitaba a defenderse de las acometidas de su gemelo, poniendo su espada por el medio y saltando como podía, mientras se tambaleaba del cansancio. El sol ya empezaba a despuntar por el Oeste, aunque la pelea continuaba, mientras los dos guerreros ya estaban cayendo ante el poderío de los dos bandidos. Sin embargo, Serpiente logró clavarle sus kukris a Kerian incontables veces, aunque sin apenas resultado. Finalmente, el danzarín sombrío, con un ágil salto, derribó al ladrón con una fuerte patada en el pecho, dejándolo tumbado sin mayor esfuerzo. Thralldor, por su parte, resistía las arremetidas de su hermano como podía, hasta que finalmente éste, con un fortísimo golpe lateral de su espada, lo desarmó, tirando su espada al suelo, varios metros lejos de él. Con dos golpes del serrado filo, desgarró la carne de los hombros del montaraz, mientras éste gritaba presa del dolor, y la sangre empezaba a encharcar el metal de la pulida armadura, y el suelo. El corte había sido demasiado hondo.

-Ahora… Ya sabes cuánto poder tengo… “Hermanito”-Dijo con retranca, antes de propinarle la patada en el pecho que haría que el montaraz cayese al suelo como un tronco, con sus hombros chorreando sangre, empapando la tierra alrededor de él.

-Maldita sea…-Maldijo Kerian, mientras agarraba al guerrero oscuro por un hombro y ambos desaparecían, tal y como habían aparecido de golpe y porrazo.-Lo hemos perdido todo.

-Pero los derrotamos.-El resto, no fue mucho más que un murmullo que el aire terminó por llevarse con él, dejando a ambos luchadores sobre el suelo, derrotados pero a la vez triunfantes.

Ambos perdieron la noción del tiempo. Thralldor se despertó con un pequeño ladrido a su lado y el tacto húmedo de una lengua lamiéndole en la cara y a la vez unos empujones sobre un brazo. Abrió los ojos lentamente, mientras notaba de nuevo el punzante dolor de las heridas de los hombros y soltó un gemido del dolor, tal vez un gruñido fuerte. Vio al elfo y luego a su pequeño lobo blanco encima de él, mientras éste último intentaba reanimarle con pequeños lametones en su cara, dando pequeños bramidos de preocupación.

Ambos, iban a compartir una senda: La venganza.

martes, 27 de octubre de 2009

Libertad...

Un hombre encadenado. En una cruz. Sus heridas eran claramente visibles, y su mirada vacía, sin sentimiento alguno, y sabía que estariá encadenado a esa cruz para siempre, en aquella sala oscura, con gotas de sangre cayéndole encima de sus hombros y su cabeza, empapando su pelo y no haciendo sino apresarlo aún más en su sangrienta prisión. Una sala oscura, sin una sola pizca de luz y aún menos de esperanza lo mantenía encerrado. Estaba completamente solo, prácticamente pudriéndose y medio muerto. Sus gritos de angustia se escuchaban con cada recoveco en la estancia, aunque nadie los respondía ni iba a ayudarle o brindarle una mano para sujetarse, y aún menos a liberarle de sus cadenas. El frío le recorría la espalda, desde el cuello hasta donde la espalda pierde su casto nombre, y no hacía sino despojarle de todas sus fuerzas para poder liberarse de esas cadenas que lo mantenían preso.

-¿Por qué a mí?-Preguntó, de nuevo en un grito, mientras tiraba de las cadenas, como había hecho desde años atrás, de cuando lo habían apresado para evitar que hiciese más mal.-¿Porqué he sido yo el que hizo tanto mal? ¿No podía haber sido otro?-De nuevo, su voz hizo eco en la sala oscura, sumiéndose de nuevo en ese angustioso silencio que lo estaba volviendo loco. Sin embargo, algo cambió ahí dentro: Una luz tenue empezó a iluminar el suelo lleno de sangre, hasta que ese pequeño haz señaló un trono en frente a él, encima de un montón de calaveras que haciendo unas escaleras, lo alzaban en frente a él, como si estuviesen mirándole fijamente, esperando que ocupase su lugar. El preso respiró hondo, mientras su respiración se agitaba, otorgándole de nuevo fuerzas para poder liberarse él solo, aunque los eslabones eran tan fuertes, que no era capaz de quebrarlos por mucho que tiraba de ellos. Las muñecas comenzaron a sangrar y a mezclarse con la sangre que ya estaba en el propio suelo, mientras su respiración se agitaba segundo tras segundo, luchando por liberarse y salir de nuevo, y sentarse sobre el trono que le correspondía.

“Si lo quieres, lucha por él” Por primera vez en tanto tiempo, una voz se escuchó, sonando como un eco por toda la sala, pero sin artífice material que la haya articulado.

-¿¡Cómo, si estoy apresado!?-Rugió, desesperado el guerrero mientras seguía lesionándose en sus ya de por sí maltrechas manos, a la par que sus músculos no hacían sino estirarse más y más y hacerle todavía más daño, mientras las gotas de sangre que caían del techo seguían recorriendo su cuerpo desnudo, colmándolo de escalofríos.

“Encuentra la forma y el porqué” Respondió la voz, grave y estridente como la de un dios, o como la de un verdadero titán.

-¡No puedo! ¡Estoy solo, no puedo hacerlo!-Exclamó, lastimero, mientras la voz del titán se reía a carcajadas, no sólo haciéndole sentir humillado, sino aún más desamparado. Aquello no era una voz de ayuda, era un caprichoso ente con ganas de pasárselo bien a costa de un prisionero de aquella maldita cárcel inhumana. El pelo ya se le había pegado a la espalda días atrás, y los mechones le tapaban en gran parte los ojos verdes con los que intentaba observar con deseo su trono. Otro rugido de angustia y de nuevo más tirones, el guerrero no podía creerse que le estuviese pasando eso a él, y aún menos que estuviese luchando con semejante frenesí por alcanzar… Algo que no sabía por qué estaba ahí, y que aún menos, sabía para qué iba a servirle, si tanto lo deseaba. Tal vez fuese el espíritu de libertad lo que le movía, tal vez el hecho de que no le siguiesen reteniendo en su oscura y fría prisión de sangre y huesos.

“Encuentra la forma de complacer a tu captor y serás libre” Susurró la voz, antes de desvanecerse, mientras el implacable guerrero seguía luchando por liberarse, aunque se estuviese haciendo más daño con cada tirón que daba.

Su libertad, debía ser de él. Aquel trono, lo esperaba.


Un nuevo escrito del lobo sin manada.

viernes, 23 de octubre de 2009

Juegos winamperos II

Bueno, por cortesía de Dama Blanca, he aceptado hacer este jueguecito por enésima vez, y es la segunda que publico en el blog, a ver cuánto me quiere el winamp esta vez xDDDDD

1.-¿Cómo me ve el mundo?

La última canción – Amadeüs (Bueno, no es muy raro tampoco…)

2.-¿Tendré una vida feliz?

Ctrl+alt+supr – El reno renardo (Sugerencia captada…)

3.-¿Qué piensan mis amig@s de mí?

Hasta la polla – El reno Renardo (¿Pero qué clase de mierda de amigos sois vosotros? XDDDDDD)

4.-¿Alguien me desea secretamente?

Blind at heart – Dark tranquility (… ¿Eso me lo tomo como un sí a que estoy ciego o qué?)

5.-¿Cómo puedo hacerme feliz?

Master passion Greed – Nightwish ( ._. He visto cosas y cosas, pero…)

6.-¿Qué debo hacer con mi vida?

Death – Judas priest (NO, NO, NO Y NO!)

7.-¿Tendré hijos?

Epic dreams – Battlelore (Erhm…)

8.-¿Cuál sería un buen consejo para mí?

Hope – Apocalyptica (._.)

9.-¿Cómo seré recordado?

Kissing the Shadows – Children of Bodom (Oh yeah)

10.-¿Cuál es mi canción para bailar? De vida

Let’s Drink - Korpiklaani (Oh sí xD)

11.-¿Cuál es mi tema actual?

Bloodwork – Graveworm (Soy sádico, pero…)

12.-¿Cuál piensan los otros que es mi tema actual?

Ride with the dragons – Batlelore (XD)

13.-¿Qué canción pondrán en mi funeral?

Postmortem - Slayer (Hombre, pues gracias)

14.-¿Qué tipo de mujer me gusta?

The day I Die – Graveworm ( ._.... El winamp últimamente tiene la mala costumbre de llamarme necrofílico, no sé porqué)

15.-¿Cómo es mi vida amorosa?

Nothing to no One – Dark tranquility (¡Joder, hasta el winamp reconoce que tengo la misma que un ladrillo!)

16.-Mis sueños son…

The blood of Kingu – Therion (._. Again)


17.-Mi muerte sera…

Turn the page – Blind guardian (Hoy no me quiere mucho el winamp, no)

18.-Este año sera…

The lesser Faith – Dark tranquility (._______.)

19.-Mi mente es…

Ministry of lost souls – Dream Theater

20.-¿Cuál es mi destino?

Cursed Be Iron – Turisas (No sé cómo tomármelo)

miércoles, 21 de octubre de 2009

Espírito libre -Poema en gallego-




Nunha época olvidada
Onde toda palabra sobraba
Os versos olvidados resultaban
E as súas sílabas xa non se entoaban

Cantas cancións olvidáronse nese tempo?
Cantos versos foron esnaquizados entón?
Cantos embusteiros caláronnos sen temor?
Cantos avasalados fomos sen perdón?

Nesta terra de bravos homes
Caídos polos inimigos e mortos como irmáns
Con sangue escorregando polas súas mans
Irmáns e amigos, coma valentes caestes.

Conquistado o territorio foi
Mais a terra non é de ninguén
Non ten amos, nin vasalos
Como a terra é libre, nós tamén.

lunes, 19 de octubre de 2009

Como lobos sin manada

Todos sabemos que todo animal que se precie necesita un grupo, una manada. Pueden sobrevivir por sí solos, pero no vivir en bienestar, y mucho menos sentirse a gusto, si no tienen otros de su casta alrededor apoyándolos. El ciervo necesita al resto de la manada para poder huir de los depredadores, pues él solo tiene más posibilidades de acabar devorado que el resto de sus congéneres, el caballo la reproducción y la afección que siente por los suyos, el tigre a su pareja, aunque se las arregle bien tanto sin como con ella… Y el lobo. El animal de grupo por excelencia, fiero, protector, acérrimo defensor de su territorio y de los suyos y aún así, el más independiente para con los grupos. Es un animal que no recibe nada, pero que lo da todo, y está dispuesto a comerse el mundo si con ello sobrevive y logra proteger a los suyos, y con ello, dar todo lo que guarda, sin esperar recibir más que amparo y cobijo entre ellos. Algo parecido pasa con cierta gente.

Algunas, necesitan estar en el grupo para sentirse uno más y sentirse seguro y capaz. Otros, como cobardes, necesitan ser amparados por el grupo sólo para sentirse a gusto y reconocidos, pues el pago que buscan es su reconocimiento, el hecho de que por lo que hacen, se les conozca, y para colmo, se les felicite, como a los niños pequeños que apenas acabaron de aprender a hablar. Otros, sin embargo, somos como los lobos. No necesitamos al grupo, no necesitamos reconocimiento, no necesitamos ninguna clase de protección, y sin embargo, lo tenemos todo por dar, buscamos presas, como si fuésemos a devorar el mundo, desgarrar todos los obstáculos que se metan en nuestro camino con nuestras afiladas fauces, y recorrer increíbles distancias con nuestras patas, hasta que un día, finalmente, podamos dar todo lo que tenemos, y no por sentirnos útiles, ser felices, sino por haber hallado eso que tanto nos falta, pero que no necesitamos; una manada en la que se nos necesite, que podamos darlo todo y no recibir nada...

Para eso siempre somos lobos.

jueves, 15 de octubre de 2009

Silencio. Perfecta melodía...





Escucha el silencio,
Todo lo que no se ha dicho
Todo lo que no se ha oído
Todo lo que sigue en su sitio

Escucha la perfecta melodía
Las notas nunca interpretadas
Aquello que permanece callado
Por el absurdo temor de quebrarlo

Entre las manos de un muchacho
Una rosa de afiladas espinas,
sostiene entre sus manos,
amenazando con destrozarlo

Así pues el silencio ha acabado
Con el llanto de un niño imberbe
Cuya sangre se ha derramado
Encima de un cuaderno ensangrentado.

Respuestas... De sangre

Mucha gente me pregunta por qué visto de negro. Más que preguntarlo, exigen la respuesta, el por qué de que lo haga, pero nunca doy una respuesta, ni la daré, pues no son dignos de tal contestación, y aún menos de un por qué tan complejo como lo es mi personalidad, mi gusto, mis costumbres o mi comportamiento de caoticidad. Sin embargo, sé que otros como yo comprenden el porqué de esto, aunque cada uno es uno mismo y nadie le tiene por qué responder a esa pregunta que tanto ignoramos cada vez que se nos interroga.

Sin embargo, yo la respondo. Pues negra es mi razón, negra es mi sangre hirviente, así como mi alma congelada y mi corazón encarcelado. Puede que algunas personas no estén de acuerdo con esto, pero es lo que pienso.

Pues heavy metal es mi vida. Heavy metal es de lo que están hechas cada una de las hebras de mi pelo, de heavy metal es de lo que se compone mi alma, pues sólo una melodía acompañada de interminables solos de guitarra es capaz de hacer vibrar mi corazón y de hacer que mi sangre hierva aún más y más, mientras cientos y cientos de personas de igual casta que la mía saltan y sienten lo mismo que yo siento, durante ese frenesí musical sin cabida al descanso entre voces que aclaman a que nuestros gritos compitan los unos contra los otros para ver quién tiene mayor fervor por esa gran música interpretada por esos Valientes subidos al escenario que tocan por amor a su música y al par, fervor por sus admiradores.

Puede que esto no tenga mucho que ver con el tema, pero como dice la canción “Al caer el sol, los míos se reunirán”. Pues bien, yo visto de negro, puesto que la noche es mi aliada. La luz, esa luz que la gente tanto admira, es mi enemiga, consagrada con la que iniciaré una lucha sin parangón por poder vivir noche tras noche, con mi Luna. Y ya más quisiera yo que vivir de noche, siendo iluminado sólo por el resplandor plateado de la luna, como hacen muchos, pero no. Yo soy de esos tantos amantes de la noche que hacen frente a la luz día a día, enfrentándose cara a cara con nuestro peor enemigo, el sol, mientras nuestra adorada luna no está sino sola, mientras unos pocos de sus amantes no pueden verla por las noches, pues no pueden vivir sin descanso. Porque heavy metal es mi hogar, mi compromiso, mi linaje y mi legado, pues soy yo uno con él de igual modo que lo soy con la música y pretendo serlo con más cosas.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Y entonces es cuando te das cuenta...

Y empieza un nuevo curso. Diez de la mañana, tras encontrarme con los que serían mis compañeros y pensar un “pobrecito yo”, me dispongo a subir a clase a ser torturado por lo peor que me ha podido pasar nunca; el bachillerato. Muchos dicen que es la mejor etapa del instituto, porque conoces más gente, pero no es mi caso. Sigo con los doscientos subnormales de toda la puta vida, cada año más degenerados que el anterior, y con aún menos neuronas, pues para ser felices, necesitan meterse con el que es distinto a ellos, el blanco fácil, el que anhela estar solo ante todo porque tiene miedo de que le hagan nada esa pandilla de abusones disfrazados de estudiantes de bachillerato.

La gente solía asegurarme que también encontraría buenos amigos, gente buena y simpática… No sabían cómo se equivocaban. Vaya si no lo sabían. ¿Gente nueva? Jé, que me vais a contar. Las cuatro putas de turno, rubias de bote y sus dos chulos con el oro de los tontos en sus dedos, pero claro, todos sabemos que este mundo es de los imbéciles, uséase, la gente autodenominada “normal”, o en su defecto, los que somos “distintos” a ellos, sus vasallos, condenados a ser burlados, golpeados y humillados, sin posibilidad de poder defendernos, ya que, si lo hacemos, la culpa es nuestra por haberles hecho estallar los dientes, y nos empezarían a acusar de delincuentes, psicópatas, satánicos, yonquis, anarquistas, incultos, o lo que es peor, nadie. La opresión, además de ser externa, la sientes en tu corazón, tu frágil y dolido corazón de incomprendido; abofeteado emocionalmente sin reparo, mientras buscas refugio en el corazón de otra gente que esté igual o peor que tú, sólo para animarte y no morir ahogado en tu propio vómito y desgracia, a la par que buscas consuelo en la fantasía, en tus juegos, en otra gente, que, aunque igual a ti, han sabido anteponerse a la adversidad y salir adelante, al contrario que tu ilustre –nótese el sarcasmo, amigos- persona, que está sumida en una depresión de la que no eres capaz de salir, pues no tienes manos amigas que tiren de ti en tus peores momentos, y levantarte y salir de ese hoyo en el que te han tirado resulta tan difícil y tedioso… Es completamente imposible hacerlo solo, y más después de gastar toda tu ya de por sí escasa vitalidad en los años pasados, mientras la gente lo mejor que sabía hacer era… Menospreciarte. Sí, no lo digo en broma. Durante dieciséis años, te has visto envuelto en la más profunda miseria, sin un solo amigo, un familiar o alguien que quisiera ayudarte siquiera. Buscas y buscas, pero no lo encuentras. Ya desde los cuatro o cinco años, prácticamente eres un cero a la izquierda porque ha nacido tu hermano y te dejan a ti tirado en tu habitación, haciendo que te busques la vida hasta para ir al cuarto de baño y no colarte por el agujero del retrete. Los años pasan, y sigues igual de mal. Empiezas la educación primaria, y con ello, tus primeras complicaciones en el “cole”. Empecemos por lo básico. Sumas y restas.

Sí, esas extrañas operaciones en las que te ves obligado a decir “tanto más tanto es tanto” o “Esto menos esto otro es esto”, y tú no logras comprender porqué las cosas son así, pero por narices tienes que aprenderlo, es la base de tu supervivencia en este mundo gobernado por gente “tan” inteligente que ha aprendido a sumar y a restar antes que tú. Luego, tus compañeros. Desde pequeños, los profes te decían que “debías llevarte bien”, pero nunca lo lograbas, los niños eran crueles, y nunca te daban una mínima muestra de afecto, ni te dirigían la palabra siquiera, y si lo hacían, era para llamarte “rubio bote”, “niñato tarado”, “Loco caca” –Dentro de su “inocencia”…- o cosas peores, y a medida que ibas creciendo, esos insultos iban siendo cada vez más crudos y dirigidos hacia ti con mayor y mayor dureza, hasta llegar al extremo de “hijo puta” a los ocho ó nueve años, que al principio te hacían rabiar, pero que finalmente, tu acababas pasando olímpicamente de lo que te dijesen, pues ¿qué más me dará lo que me insulten? Sigues creciendo por tu cuenta, relegado del mundo exterior, mientras tratas por todos los medios mostrar una máscara de dureza que se te queda excesivamente grande y de la que no quieres desprenderte, aunque seas más blando que un pedazo de pan recién horneado en el mejor de los hornos gallegos, aunque necesitas con una prioridad imperiosa mostrarte reacio a ser como realmente eres, aunque te guste lo que haces. El tiempo sigue pasando, hasta que empiezas la eso. Sigues solo, y la gente ha crecido y perdido esa supuesta inocencia que tenían antes, si es que tenían una mínima pizca de eso siquiera, cosa bastante dudosa, viendo su actitud contigo desde años atrás. Sin embargo, esta vez ya no se limitan a insultarte y a apartarse de ti, sino que un selecto grupo de esa “gente normal” se dedican a perseguirte, primero de forma verbal y después…

Te golpean. Tú te decides a defenderte, después de largarlos muchas veces a grito pelado, y sin embargo, la culpa la llevas tú, porque eres distinto, por mucho que diga el resto de la gente de que eres un mal bicho, un agresivo y un psicópata. Ahora la gente se dirá… Siempre queda la familia.

Pues creedme… Jamás queda la familia, jamás. En tu caso nunca queda la familia, siempre has sido un mísero cero a la izquierda que no tiene mejor función que sentarse en una silla cualquiera, delante de una pantalla lavacerebros a buscar lo que nosotros comúnmente llamamos “felicidad”…

Aunque ese estado sea breve y quimérico.

Entonces, es cuando te das cuenta de una cosa. Eres patético.

martes, 17 de marzo de 2009

Dejadme en paz.

No sabría definir bien nada de esto. Me siento vacío e inseguro, y sin emgargo, pretendo aparentar otra cosa. Como una máscara. Eso es. Una máscara que pretendo ponerme, y sin embargo, me queda grande... Y por eso mismo tengo que agacharme a recogerla cada dos por tres y volver a ponérmela. La gente no tiene ni idea de lo que siento, ¡Nadie entiende lo que es estar COMPLETAMENTE solo!

Escribo esto, solo para decir lo siguiente: La gente es estúpida. En especial las fangirls. O muy desconsideradas. ¿Por qué? Por que no hacen más que decirme acerca de sus ídolos irreales "es que las personas desgraciadas nos dan ternurilla" ¡¡Una mierda os dan ternurilla!! ¿¡Acaso no miráis a vuestro puto alrededor!? ¿O esque sois tan jodidamente ciegas que necesitáis mirar en la ficción pura y dura? Si vosotras resultais ser más inteligentes que nosotros (supuestamente científicamente es así), vamos cuesta abajo, de culo y sin frenos. Pero mucho... Mucho, mucho...

Y si os gusta la gente desgraciada, iros a África a atender a los muertos de hambre o a los huérfanos, ¿O sólo me ponéis esa excusa barata para no admitir que sois más tontas que el resultado de chocar a Miliki contra el canto de una piedra? O sencillamente ¿Para no admitir que sois más babosas que una cani en Gran Hermano?

Al menos compadézcanse de alguien real, "señoritas"...

Se supone que toda la gente tiene dignidad, pero me parece que vosotras estáis perdiendo el respeto a tenerla por mi parte, esclavas de lo irreal.

Si alguien lee esto, y leyó el libro "la estúpida historia de la especie humana", coincidirá conmigo en que deberían de poner este caso en la próxima edición de dicho tomo.

Gracias.

domingo, 8 de marzo de 2009

De diario...

Viernes. Cinco y media de la mañana. Te vuelves a despertar con las pesadillas que llevabas sufriendo durante varios meses, justo después de conseguir un estado de bienestar en el que no las sufrías. Ya no te acordabas de lo que era sentir miedo al despertarte, ya no te acordabas de lo que era estar más pálido de lo que realmente eres... No recordabas lo que era el sudor frío resbalándote por la espalda y empapando la camiseta del pijama, mientras tu respiración es agitada.

Vuelves a levantarte sobresaltado y con dos lágrimas recorriéndote las mejillas, inconscientemente. No te sientes con fuerzas para guardarlas ésta vez. Sientes ganas de pegar un berrido, sin embargo no lo haces, pensando en el tirano de tu padre, tu madre y tu hermano pequeño. Suspiras y te llevas de nuevo las manos a la cabeza, encogiéndote y arropándote en las mantas, desesperado por encontrar refugio en ti mismo, sabiendo que nadie puede ayudarte a superar eso por lo que estás pasando. El calor de las mantas te invade, pero sólo hace incrementar el sudor frío... La oscuridad te rodea. El único refugio en el que te sientes seguro. Te abrazas a la almohada. La acción más triste y patética a la que puedes recurrir en ese momento: Abrazar algo.

Eres patético, piensas mientras te mantienes abrazado al apoyo para la cabeza.

Las seis. Hora de levantarte. Te vistes, sales de casa a toda velocidad, con la mochila y la bolsa de deportes a rastras, para ir al gimnasio. No te gusta. No te hace gracia siquiera... Pero necesitas el contacto humano real de una manera u otra. Llegas al gimnasio y lo ves vacío, como de costumbre a esas horas, a excepción de la recepcionista, que se aparta asustada de ti. No comprendes el por qué. Intentas ser amable con todos. Intentas ser querido por alguien. Intentas de todo, pero nunca consigues nada más que una bofetada emocional tras otra. Suspiras y vuelves a entrar, preguntándote por qué la gente se aparta a tu paso. ¿Eres muy grande? ¿Excesivamente feo? ¿Tu ropa? No lo sabes. Nunca lo supiste, ni lo sabrás...

Terminas el gimnasio y te vas al instituto, dejando la bolsa de deportes en casa por segunda vez, y vas directo a lo que sueles llamar “infierno”. Coges el autobús como de costumbre, y notas una extraña sensación punzante en el pecho. No es dolor, sino... Algo emocional. No físico. Desde hace ya muchos meses, notas esa cavidad vacía completamente, oscura y con las luces de tu ánimo apagadas por completo...

Pones el reproductor de música a todo volumen para evitar escuchar a las adolescentes taradas del autobús y a los chulos del fondo haciendo el tonto entre ellos, o al yoqui de al lado roncar, mientras te aferras a una de las barras de hierro pintado de amarillo chillón con fuerza para no caerte, aunque en esos momentos es cuando deseas romperte el cuello, ya que sabes que tu vida, sentimental, social, física y de todo, son una mierda.

Bajas del autobús y llegas al instituto. Comienzan las clases. Seis horas de lenta agonía, acompañadas de otra media hora por el recreo, el peor momento del día, sin lugar a dudas.

Terminas las clases y ves cómo todos tus compañeros se marchan con su pareja, sus amigos, o sencillamente, hablando con su compañero de mesa. Coges los libros que te hacen falta para el resto del fin de semana, mientras la profesora de química te grita, histérica perdida: “¡¡Vamos, apura!! ¡No quiero quedarme aquí encerrada contigo!”. Bufas con rabia y le respondes de la manera más arisca que puedes:

“Ya voy, ya voy...” y añades por lo bajo un “...Zorra sifilítica” que ella no puede oir, mientras cierras la cremallera de la mochila. Te la cargas a la espalda y notas el “peso del conocimiento” tirando de ti hacia atrás, aunque eres lo bastante fuerte como para resistirlo. Sales con paso lento poniéndote los cascos con rapidez y aumentando el volumen del aparato.

Para terminar de mermarte tus escasos ánimos, la canción más triste de todo el repertorio que tienes. Te resignas y sigues tu camino, saliendo del edificio, dirección a casa.

Percibes las miradas de miedo y de asco de la gente, mientras se apartan a tu paso, evitando estar a más de dos metros de ti.

Las notas tristes del piano que toca la canción no hacen más que hacer que te compadezcas aún más de ti, o que te odies más, ya que odias la compasión... Tu propia compasión.

“Muerte, espera un momento...” Piensas hacia ti mientras la voz melodiosa de Víctor García suena en tus oídos acompañadas de las notas del piano de Manuel Ramil. “...Que pronto han de volver!” Concluyes al compás de la canción, cabizbajo, deseando que lo que habías pensado fuese cierto.

Notas un golpe en tu espalda, violento y con fuerza, casi dispuesto a tirarte. Ves a los cinco o seis chulos de clase riéndose a coro, acompañados de sus amiguitos, sacándote la lengua y haciendo los cuernos con las manos. Aprietas los puños y tensas los músculos del cuello, mientras en tus ojos se vislumbran atisbos de ira. Identificas al que parece el “macho alfa” de la manada de memos. En el centro, el que más voz tiene, y por ende, el más corpulento. Le atizas un sopapo en la cara que lo dejas tirado en el suelo, y sin embargo sus compañeros no hacen nada por ayudarle.

Queda demostrado el maravilloso comportamiento de compañerismo que existe entre personas. Le atizas una patada en las costillas al caído y te das la vuelta, mientras sus compañeros, ya escarmentados, miran cómo te alejas.

No puedes evitar tener cierta satisfacción, a pesar de que sepas que está mal lo has hecho. Pero ese chaval se lo merecía.
Llegas a casa y escuchas cómo tu padre le grita a tu hermano por no haber sacado mejor nota en un examen de matemáticas, a pesar de que lo haya aprobado. Suspiras y evitas el contacto humano con ellos, antes de que tu estado de ánimo vaya a peor y te metes en tu habitación con pesadez, dejando caer la mochila en el suelo y quitándote la chupa de cuero, dejándola encima de la silla de estudio. Enciendes el portátil y empiezas a hacer lo poco que te mantiene en pie en esos momentos: Hablar.

La poca gente que te aprecia, a miles de kilómetros, intenta darte ánimos, unas con mayor intensidad, mientras que otras se limitan a reírse y a contarte lo maravilloso que es su ídolo, consiguiendo sólo ponerte de mal humor.
Sin embargo, siempre está ahí esa persona que te ayuda. Se lo agradeces con todo el alma, y sin embargo, quieres hacer algo más para agradecérselo, pero no puedes. Nunca puedes...

viernes, 6 de febrero de 2009

El peor dolor...

Dicen que no hay peor sufrimiento que el del corazón de uno mismo... Yo creo que no pienso igual.

No... El peor dolor es ver cómo una buena amiga, una persona a la que quieres más que a ti mismo, lo más maravilloso que te ha podido pasar, esté sufriendo y tú no puedas hacer nada por ayudarla, más que proporcionarle unas pocas palabras vanas y aparentemente, vacías de sentimiento que apenas tienen efecto, a pesar de que pongas toda tu alma en ellas. El peor dolor es ver cómo ella, la mujer a la que más amas, la única persona que ha llegado a quererte de verdad más de tres días seguidos sin vacilar y que ha demostrado un aprecio superior al que casi cualquier otro ser viviente ha demostrado por ti en toda tu triste existencia, sufra por culpa de un imbécil que no se merece más que morir abandonado debajo de un puente, muriéndose de hambre, peste o lo que sea, en la peor de las miserias.

Lo más doloroso, es, que en esas malditas ocasiones, deseas abrazarla y darle refugio entre tus brazos, un hombro para que llore y una persona material para que pueda desahogarse, golpearte y sollozar contra ti, aunque sea insultándote o menospreciándote, pero que se desahogue al menos, y más si amas como yo amo a esa persona.

Acabas tú por desesperarte, haciéndote daño en tus propios músculos de tanta fuerza que haces por no estallar a gritos, o la rabia te consume de semejante manera, que acabas por destrozar cualquier cosa que encuentras entre tus ya reforzadas manos por el hirviente cabreo que te recorre las venas, con la fuerza de tres o cuatro hombres en ti...

Como si esto no fuese suficiente... Tienes que enfrentarte a que el ser al que amas y del que estás enamorado, tenga a alguien persiguiéndole, directo a tirarle los tejos... Terminas hasta los mismísimos y esa rabia estalla con toda su fuerza: Lo que tienes en tus manos explota en mil pedazos de la fuerza que acudió a tu fiel llamada, irrumpes a gritos guturales que posiblemente, hayan oído los vecinos del bloque de apartamentos de al lado. No en vano te ganas el título de “vocalista de Black metal” sino que, para colmo, acabas aliviado de tanto gritar y destrozar lo que se mete entre tus ya maltrechas manos, pero sin embargo, esa sensación de rabia te hace hervir la sangre y el corazón vuelve a acelerarse, mientras que tu respiración vuelve a agitarse a causa de la rabia que te ha dado. Te llevas las manos a la cabeza y apoyas la frente en las palmas de éstas, esperando a tranquilizarte, pero esa tranquilidad no llega...

Nunca.





El peor dolor, es el de sentirte inútil y amenazado, sin duda.

Canciones aleatorias

· Pon toda la música que tengas en tu disco duro en tu Reproductor de música
· Activa el modo aleatorio de reproducción.
·En orden, el título de cada canción será la respuesta a las preguntas (si no tiene sentido, puede recurrirse a la letra también)

Preguntas:

1. ¿Cómo me ve el mundo?

2. ¿Tendré una vida feliz?

3. ¿Qué piensan mis amig@s de mí?

4. ¿Alguien me desea secretamente?

5. ¿Cómo puedo hacerme feliz?

6. ¿Qué debo hacer con mi vida?

7. ¿Tendré hijos?

8. ¿Cuál sería un buen consejo para mí?

9. ¿Cómo seré recordad@?

10. ¿Cúal es mi canción para bailar? de vida.

11. ¿Cuál es mi tema actual?

12. ¿Cuál piensan los otros que es mi tema actual?

13. ¿Qué canción pondrán en mi funeral?

14. ¿Qué tipo de hombre/mujer me gusta?

15. ¿Cómo es mi vida amorosa?

16. ¿Mis sueños son...?

17. ¿Mi muerte será...?

18.¿Este año será...?

19. ¿Mi mente es...?

20.- ¿Cuál es mi destino?


Ahí val o mio! :3

1. ¿Cómo me ve el mundo?
Perdido - Warcry (Empiezo bien...)
2. ¿Tendré una vida feliz?
Ctrl+Alt+Suprimir - El reno renardo (XDDD)
3. ¿Qué piensan mis amig@s de mí?
Haunted Heart - Mandragora Scream (Buff...)
4. ¿Alguien me desea secretamente?
Lamento Eroico - Rhapsody of Fire (Vale, no xD)
5. ¿Cómo puedo hacerme feliz?
Lost Love - Judas priest (*Se da cabezazos contra la mesa*)
6. ¿Qué debo hacer con mi vida?
Northern Comfort - Children of Bodom (De acuerdo... xD)
7. ¿Tendré hijos?
In tenebris - Rhapsody of Fire (XDDDDDDDD)
8. ¿Cuál sería un buen consejo para mí?
Son of the staves of time - Therion (-.-U)
9. ¿Cómo seré recordad@?
Battle Metal - Turisas (Ouh Yeah!)
10. ¿Cúal es mi canción para bailar? de vida.
The Spell - Kamelot
11. ¿Cuál es mi tema actual?
Night Side Of Eden - Therion (xD)
12. ¿Cuál piensan los otros que es mi tema actual?
El último - Warcry (Esto... ¿Qué?)
13. ¿Qué canción pondrán en mi funeral?
Sword's song - Battlelore (XDDDDDDD)
14. ¿Qué tipo de hombre/mujer me gusta?
Postmortem - Slayer (¿Me estás llamando necrofílico, winamp de los cojones?)
15. ¿Cómo es mi vida amorosa?
Raining Blood - Slayer (Sí, vale, ya sé que estoy jodido, pero tampoco es pa tanto...)
16. ¿Mis sueños son...?
She is my sin - Nightwish (Etto...)
17. ¿Mi muerte será...?
War - Judas priest (T_T)
18.¿Este año será...?
Fantasmic - Nightwish
19. ¿Mi mente es...?
See who I Am -Within Temptation (Qué?)
20.- ¿Cuál es mi destino?
Death - Judas Priest (Muchas gracias...)

Es hora de vivir.

Cinco y media de la mañana. Te despiertas empapado en sudor, congelado, destapado, temblando y muerto de miedo, y si no lloras es porque eres demasiado orgulloso como para ello y sientes la gran necesidad de tragarte tus lágrimas. Estas pesadillas que te van persiguiendo desde meses atrás no te dan tregua ni una noche, y cada vez van a peor, te empiezas a sentir abatido y cansado, sin ganas de seguir viviendo esa mentira a la que la gente llama “vida” y terminas por tragarte tus propios lamentos, ya que sabes de sobra que eso no sirve para absolutamente nada de nada… Y tienes la imperiosa necesidad de librarte de esas pesadillas. No recuerdas absolutamente nada de lo que sueñas, pero sí sabes que te despiertas tal y como he citado hace unas pocas líneas.

Te sientas al borde de la cama, poniendo tus temblantes y congeladas manos encima de los húmedos ojos durante unos breves y eternos instantes. Suspiras y vuelves a suspirar, desesperado, buscando consuelo en ti mismo, pero no logras encontrarlo, ya que ese sentimiento que tanto te atormenta no tiene cura interior, sino que sólo te la puede brindar alguien de fuera, ajeno a ti. Después de tragarte tus propios sollozos y calmarte, te pasas las manos por el pelo, autoacariciándote para tranquilizarte más… Pero no surte efecto, sino que sólo te recuerdas lo negado que resultas, lo sólo que te encuentras, lo inútil que has sido desde que tienes memoria…

Te vuelves a tumbar en la cama y piensas en lo desgraciado que resultas, autocompadeciéndote, abrazándote a ti mismo, de manera patética e inútil. Pasan treinta minutos, son las seis. Media hora lamentándote… Y todavía no has podido darte ni una mortecina chispa de esperanza para tu dolido y desgarrado corazón... Pero te da tiempo a pensar. ¿Por qué vives? ¿Acaso entristecerte te va a ayudar? ¿Acaso no sabes que tienes amigos, aunque lejos, están ahí? ¿Acaso no sabes que hay gente que te quiere a pesar de que estés en el quinto pino? ¿Acaso no estás amando a alguien y sobrevives gracias al recuerdo de su efigie? ¿Acaso esa persona no es tu amiga y deseas con toda tu maldita alma, volver a verla?

Cierras los puños con fuerza y aprietas los dientes, hasta que finalmente, sonríes y te levantas, a las seis y cuarto de la mañana, decidido a abordar todo lo que se te venga encima, a comerte el mundo, a machacar los obstáculos.

Es hora de la verdad.

sábado, 31 de enero de 2009

De ilusiones vive el hombre

De ilusiones vive el hombre, o al menos así cita el dicho que tanto atormenta a tanta gente.


Sí, señoras y señores, eso es lo que hace cierto grupo de personas, vivir de ilusiones, de castillos en el aire, de sueños todavía por cumplir, posiblemente irrealizables por que estamos a años de que se realicen, como aquel que no hace más que soñar con su novia que se ha mudado a la otra punta del país, o el imbécil que sueña con su mejor amiga, que curiosamente también está en el quinto pino... No sé si sentir lástima o si vergüenza ajena por este tipo de personas. Suelen llamarlos “fracasados”, “soñadores” o sencillamente, “ilusos”, y la verdad, no creo que sean eso, sólo personas que esperan que su vida cambie un poco a mejor cuando están hundidos en el barro.

¿Alguna vez os parasteis a pensar por qué hacen eso? ¿Autocompasión? ¿Inutilidad extrema? No sabría deciros exactamente el por qué, pero diría... Que es por que les faltan ganas de vivir. Al menos, motivos para levantarse por la mañana.

Posiblemente por ello sea por lo que no les gusta... Qué digo. ¡Odian! Irse a dormir por las noches, por que para su desesperación, no encuentran un mínimo motivo para volver a levantarse otra fatídica mañana de verano o invierno, primavera u otoño, ya que sólo son capaces de analizar su propia mierda, con todo lo desagradable que se van a encontrar, si son fracasados sociales, tendrán que aguantar su marginación, si son unos fracasados amorosos, aguantar a todas las parejitas que hay por la calle adelante...

O sencillamente, se pasan toda la noche atormentados por estas razones, por su búsqueda, sumidos en pesadillas producidas por la búsqueda de sus motivos propios, que nunca consiguen encontrar y, que sin embargo, por muy abatidos que están, siguen apechugando y aguantando los golpes cuando salen bastos, manteniéndose firmes como una vara de hierro. Sí, por increíble que parezca, estas personas son seres fuertes a los que la vida no ha sonreído en casi ningún momento, y si lo hizo, no lo recuerdan... Pero no saben hacer mejor cosa que especular sobre su futuro, construyendo una expectativa que al más mínimo soplo, puede derrumbarse y sumirlos en la peor depresión posible; arrebatándoles todo bienestar que tuviesen gracias a esas ilusiones ahora destrozadas.

Escuchando: A portage to Unknown – Turisas