viernes, 6 de febrero de 2009

El peor dolor...

Dicen que no hay peor sufrimiento que el del corazón de uno mismo... Yo creo que no pienso igual.

No... El peor dolor es ver cómo una buena amiga, una persona a la que quieres más que a ti mismo, lo más maravilloso que te ha podido pasar, esté sufriendo y tú no puedas hacer nada por ayudarla, más que proporcionarle unas pocas palabras vanas y aparentemente, vacías de sentimiento que apenas tienen efecto, a pesar de que pongas toda tu alma en ellas. El peor dolor es ver cómo ella, la mujer a la que más amas, la única persona que ha llegado a quererte de verdad más de tres días seguidos sin vacilar y que ha demostrado un aprecio superior al que casi cualquier otro ser viviente ha demostrado por ti en toda tu triste existencia, sufra por culpa de un imbécil que no se merece más que morir abandonado debajo de un puente, muriéndose de hambre, peste o lo que sea, en la peor de las miserias.

Lo más doloroso, es, que en esas malditas ocasiones, deseas abrazarla y darle refugio entre tus brazos, un hombro para que llore y una persona material para que pueda desahogarse, golpearte y sollozar contra ti, aunque sea insultándote o menospreciándote, pero que se desahogue al menos, y más si amas como yo amo a esa persona.

Acabas tú por desesperarte, haciéndote daño en tus propios músculos de tanta fuerza que haces por no estallar a gritos, o la rabia te consume de semejante manera, que acabas por destrozar cualquier cosa que encuentras entre tus ya reforzadas manos por el hirviente cabreo que te recorre las venas, con la fuerza de tres o cuatro hombres en ti...

Como si esto no fuese suficiente... Tienes que enfrentarte a que el ser al que amas y del que estás enamorado, tenga a alguien persiguiéndole, directo a tirarle los tejos... Terminas hasta los mismísimos y esa rabia estalla con toda su fuerza: Lo que tienes en tus manos explota en mil pedazos de la fuerza que acudió a tu fiel llamada, irrumpes a gritos guturales que posiblemente, hayan oído los vecinos del bloque de apartamentos de al lado. No en vano te ganas el título de “vocalista de Black metal” sino que, para colmo, acabas aliviado de tanto gritar y destrozar lo que se mete entre tus ya maltrechas manos, pero sin embargo, esa sensación de rabia te hace hervir la sangre y el corazón vuelve a acelerarse, mientras que tu respiración vuelve a agitarse a causa de la rabia que te ha dado. Te llevas las manos a la cabeza y apoyas la frente en las palmas de éstas, esperando a tranquilizarte, pero esa tranquilidad no llega...

Nunca.





El peor dolor, es el de sentirte inútil y amenazado, sin duda.

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