sábado, 22 de mayo de 2010

La venganza es mía.

Si alguien recuerda unas pocas entradas atrás, recordará un mensaje de esperanza. Era mentira. No hay esperanza en esta vida, y menos para los inútiles que esperan que alguien les eche la mano para sacarles del hoyo. Estaba agarrado a la pared, con los dedos sangrantes, apenas quedaban restos de lo que antes se podía haber calificado de uñas… Era una desgracia humana. Miró arriba, y vio que la persona que lo esperaba ya no estaba. Miró a la luz, pero el resplandor era demasiado. Entonces, miró abajo. Oscuridad. Inmensa, inconmensurable, su vista no daba distinguido el fondo, y sabía que si se soltaba, sería tragado por ella y finalmente, olvidado de los corazones de todos.

Tal vez se lo había merecido por ingenuo. Tal vez se lo merecía por confiar en alguien y aún así sabía que no podía confiar en absolutamente nadie, y menos si esa persona le prometía algo. ¿Ilusiones? Para imbéciles ¿Promesas? Para crédulos. Esas dos cosas han sido desde siempre el veneno que te hizo así de inútil e ingenuo; débil… Estúpido. Tal vez esas dos cosas te hayan alimentado y dado fuerzas antes, pero ahora… Han sido tu perdición. Ya estás sin fuerzas, extenuado, no puedes continuar y los dedos te duelen demasiado. Has derramado todas las lágrimas de cristal que te quedaban y ya no puedes ni lamentarte siquiera; tal vez por lo fuerte que resulta el dolor. Te pesa todo, no puedes ni con tu alma, y entonces piensas lo que pensabas antes: “La vida cuanto más vacía, más pesa”, y ahora notas cómo esa afirmación se hace realidad con cada vez más implacabilidad. Quieres soltarte y que la oscuridad te arrastre con ella. Quieres olvidarlo todo, dejar de dar valor a las cosas; dejar de sentir, de dar y de sufrir, de querer y esperar ser querido; porque sabes… Sabes que hay demasiados enemigos, y ningún aliado. Eres débil. Los dedos se van soltando y… Caes al vacío.

No gritas, no lloras… Ni siquiera piensas. Te limitas a cerrar los ojos mientras ves cómo todo tu esfuerzo se desmorona y la luz liberadora se aleja, mientras la oscuridad te envuelve con sus brazos negros, llamándote y susurrándote al oído. Y mientras las sombras te envuelven, los sentimientos vuelven; sustituyendo a la tristeza: Odio. Sufrimiento. Sadismo, dolor… Venganza. Te golpeas con todo el cuerpo contra el frío y duro suelo, emitiendo un grito de dolor, pero… No sientes nada. No te has roto nada, es más, sigues igual, y las manos han vuelto a estar sanas. Te levantas y miras las paredes, que parecen susurrarte de nuevo: “Sal, véngate. No te dan nada, para qué darles tú a ellos” Miras arriba y vuelves a ver esa luz que te llevaría a la libertad, o a la mayor opresión, y te parece más lejana que nunca. Aprietas los puños… La oscuridad tiene razón. Sólo hay una forma de cobrarse las cosas, y esa forma es… La venganza. Te vuelves a agarrar a las paredes, y ya no escalas: Saltas de pared en pared, con brío y fuerza, es fácil. Te impulsa algo que nunca te impulsó antes, y ahora estás incluso más cerca de la luz. Ya no te duelen los dedos, ni las piernas, ni los brazos, sólo el corazón; y eso ya no tiene cura.

Pero sí un atenuante. Mientras subes, sólo piensas en salir de ahí, y ya no vivir. Sólo sales para cobrarte todo el dolor que te causaron. Miras alrededor y ves el bosque, repleto de seres vivos, matojos y zarzas que apartar y aplastar. Empiezas a caminar y coges un callado del suelo, no para apoyarte, sino para defenderte y atacar. Si nadie va a ayudarte, pues tú vivirás para perjudicarles.

¿Por qué? Porque la venganza es sólo tuya…

1 comentario:

  1. La venganza no es la panacea universal, pero ayuda a hacer más llevadero el sufrimiento. Del mismo modo resulta un "sentimiento de reciprocidad" hacia el daño recibido.

    Es, por tanto, algo censurable en los códigos morales. Lástima que hoy en día a poca gente le importan, ¿verdad? Así que, ¿porqué no hacerles ver su importancia mediante el castigo? Se lo merecen.

    Sólo recuerda una cosa, las sombras pueden resultar seductoras y complacientes, pero no dejes que echen raíces en tu alma. De lo contrario acabarás como su siervo. Y te aseguro que es algo que no querrías ver.

    ResponderEliminar