domingo, 11 de abril de 2010

Ese violín...

Finas y suaves notas, un violín tocado a saber en qué lugar de mi mente. De arriba abajo, suena la escala del do y la melodía se vuelve más melancólica y triste con cada nota que suena. Aunque te recuerda a los verdes prados de la tierra ahora mancillada con la pisada humana y su desperdicio mundano, no hace sino hacer que afloren lágrimas de desespero en tus ojos que con vergüenza las ocultas ante todos y cada uno de los patéticos seres humanos que te rodean.

No sabes dónde estás. No sabes con quién estás. No sabes de quién fiarte ni de cómo saber de quién, pero sin lugar a dudas lo que más te exaspera es no saber para qué estás. Esa desesperación, esa sensación de sentirte fuera de lugar es sin duda lo más cruel que puede pasarle a un ser humano, especialmente cuando lucha por abrirse un camino entre las zarzas y los tojos del monte, defendiéndose con un cuchillo como único arma contra los osos y las manadas de lobos que le asaltan día tras día, o los simples carroñeros que tratan de esperar a que caiga y recoger sus restos para su propio provecho.

Esa sensación de inutilidad… Ese temor de permanecer en el olvido, sólo entre la multitud y sin compañía alguna. Sabes que para todos los que te hablan sólo eres una voz del ordenador, una criatura sentada al otro lado de la pantalla en un cuarto oscuro sin mente ni voz ni voto, es más, ni siquiera se paran a pensar si eres realmente lo que dices que eres porque no conformas más que una ínfima parte de su vida plena. Puede que tú también te equivoques diciendo que su vida es plena, pero para ti lo son todo y no haces más que pensar en ellos como si fuesen tu único apoyo para salir de ese hoyo en el que estás metido sin remedio alguno. A veces sientes tentación de soltarte y dejar que las tinieblas de abracen para luego volver a salir, pero no convertido en ser humano, ni estar detrás de un ordenador, sino encerrado en una caja de pino camino al cementerio, pero lo descartas porque hay algo al fondo que te llama, una voz femenina llamada esperanza, o así la deseas llamar tú porque es tu única salvaguarda para empezar de cero. Pensabas que tenías el corazón de hielo, pero sólo ves que era una capa de fina escarcha que se derritió en cuanto escuchaste la voz decirte que siguieses para adelante. Te aferras con aún más fuerza a la piedra a la que te has agarrado aunque te sangre la mano y los dedos no sean mucho más que muñones fantasma de lo que eran antaño.

Aún te queda un camino largo y rocas afiladas para salir del oscuro agujero. Aún te queda un bosque entero por andar, y aún te queda un camino largo que recorrer de la mano de esa personita que te espera allá al fondo, aunque no formes más que una voz fantasma en su vida.

¿Ese violín suena ahora tan melancólico y triste como antes?


Drazharm.

Entrada dedicada a la primera que está leyendo esto... Gracias.

1 comentario:

  1. Nunca abandones la senda de la esperanza, pues la esperanza no te ha abandonado a tí.
    Recuerda, no es la espada lo que hace al guerrero, es el valor de su corazón lo que forja la leyenda, y es tu leyenda la que has de escribir y plasmar día a día, luchando a hierro y sangre, por sobrevivir.

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